miércoles, 4 de enero de 2012

Los Infiltrados

Director: Martin Scorsese
Año: 2006 País: EE.UU. Género: Thriller/Gangster Puntaje: 10/10
Interpretes: Leonardo DiCaprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Mark Wahlberg, Vera Farmiga, Alec Baldwin, Martin Sheen, Ray Winstone, Kevin Corrigan, James Badge Dale, David O'Hara, Anthony Anderson y Mark Rolston



El Departamento de Policía de Massachusetts se ve envuelto en una guerra campal para derrotar a la mayor banda de crimen organizado de la ciudad, la estrategia es terminar con el reinado del poderoso jefe de la mafia Frank Costello (Jack Nicholson) desde dentro, para ello reclutan a un joven novato, Billy Costigan (Leonardo DiCaprio), criado en el sur de Boston, para infiltrarse en la mafia dirigida por Costello. Mientras Billy intenta ganarse la confianza de Costello, otro joven policía que también ha surgido de las calles de Boston, Colin Sullivan (Matt Damon), sube rápidamente de categoría dentro de la policía del Estado. Colin, que se ha ganado un buen puesto en la unidad de Investigaciones Especiales, y forma parte de un grupo de oficiales de élite cuya misión es acabar con Costello. Pero lo que sus superiores no saben es que Colin trabaja para Costello, y le mantiene un paso por delante de la policía; En “Pandillas de Nueva York” (2002) Scorsese nos lo dejó muy claro: América es un lugar vil y contradictorio que se avergüenza de sus propias raíces, disfrazándolas de western. Tal vez como un anticipado canto de cisne, esa película recogía todas las aspiraciones artísticas y meditativas del director, condenado a seguir facturando extensos productos sin apoyo de crítica y público. “Los Infiltrados” podría ser una continuación de "Pandillas de Nueva York", a partir del famoso plano con las Torres Gemelas que encierra una nueva urbe, un nuevo país, igual de corrupto y deshonroso que el dejado atrás. El inicio no puede ser más impactante. Sobre unas imágenes documentales del Boston de los setenta, surge la voz inconfundible de Jack Nicholson en el papel de Frank Costello: “No quiero verme condicionado por mi entorno, quiero que mi entorno se vea condicionado por mí”. Le acompaña el inconfundible “Gimme Shelter” de los Rolling Stones. De pronto, el Scorsese callejero aparece en toda su furia. Desde ahí hasta los títulos de crédito iníciales, varios minutos admirables de presentación de todos los personajes, al ritmo del tango de Howard Shore, así empieza este juego diabólico de engaños, dobles sentidos, espejismos y fragmentaciones de personalidad.



“Los Infiltrados” es puro vértigo, esta película de Martin Scorsese introduce al espectador en la acción con un bombardeo incesante de imágenes cruzadas. Costigan por aquí. Sullivan por allá. Presenta el mundo y los personajes con quienes lidiarán los protagonistas. Explora las calles del sur de Boston, donde transcurre la historia, y registra los negocios de la mafia y los matones hasta llegar al rey de la ciudad: un fabuloso capo de la mafia interpretado por Jack Nicholson. A través de este caos narrativo inicial, al que se suma una excelente banda sonora, el director construye una historia compleja, desprolija, que se va armando de manera gradual, pero que es envolvente de principio a fin. De nuevo Scorsese recurre a los irlandeses como protagonistas, pero cambia el emplazamiento hacia una ciudad que se edifica y se recorre en coche como cualquier mal barrio neoyorquino. Aunque en ningún momento se menciona el antiguo esplendor social bostoniano, no hace falta para remarcar los vicios en que han caído los protagonistas de “Los Infiltrados”, un compendio de todo lo que viene inquietando a este director desde hace años: la sujeción a unos principios, la deshonestidad, los falsos héroes y sus gestas sin recompensa, la separación radical entre la imagen externa y los verdaderos impulsos. El realizador toma de aquí y de allá elementos perdurables en su filmografía, en especial de “Buenos Muchachos” (1990), con el obvio arranque de un Colin Sullivan niño que es embaucado por el gánster del barrio, Frank Costello, y de “Taxi Driver” (1976), en esa elegía al nihilismo que es el último tramo de la película. Es a través de este distanciamiento mediante el que Scorsese traza una línea que liga su película con los filmes policiales y negros del Hollywood de los años treinta y cuarenta, realizando una película en la que leer, de modo más o menos indirecto, la radiografía de una sociedad enferma. Esta evocación clásica se nos ofrece desde el arranque del filme con el cartel de la Warner en blanco y negro y en el vibrante prólogo que se desarrolla a continuación, que nos remite directamente a los filmes policiales de Raoul Walsh o Michael Curtiz en los que bastaban un par de minutos para que todo el conflicto estuviese expuesto sobre la pantalla, dejando claro su gusto por una revisión manierista de las formas del cine perdurable.


Cabe recordar que el argumento del largometraje está inspirado en el policial “Infernal Affairs”, realizado en Hong Kong en el año 2002. La adaptación del guión, a cargo de William Monahan, se basa fundamentalmente en los peligros cotidianos y los conflictos psicológicos que se desatan paralelamente en los dos personajes principales a raíz de la doble vida que llevan. Pese al enfoque en las complejidades psicológicas de dichos protagonistas, “Los Infiltrados” no decae en su ritmo e intensidad. La manera en que está contado el filme, a partir de los entrecruzamientos entre los personajes, y el modo en que está mostrado, a través de saludables y por momentos imprevisibles giros de la cámara, permiten conservar una dinámica que sólo pareciera aflojar un poco en el último tramo. Se trata de una película de gangsters, y por eso la acción, la sangre y la intriga no quedan en ningún momento al margen de la historia. Además “Los Infiltrados” puede verse como el análisis de una sociedad determinada, erigida en torno a la mentira, la apariencia y la corrupción, que se retroalimenta de ciertos personajes. No quiero decir con ello que Scorsese no haya tratado de analizar con anterioridad factores sociológicos en sus anteriores películas, ya lo hizo con “Casino” (1995), "La Edad de la Inocencia” (1993) o las ya citadas “Buenos Muchachos” y “Taxi Driver”, pero creo que aquí, estos factores son los preeminentes en el resultado del filme, por encima de los personajes que los articulan, la cinta esta regida por el tema central de los inadaptados que intentan amoldarse a un lugar en el que estorban, la película se resiente a veces del mismo problema. Por momentos, parece que Scorsese pretende adaptar el material de “Infernal affairs” a su propia mirada más que adaptarse él a elementos nuevos y ajenos, por ello a “Los Infiltrados” no le falta el sello de su autor pues posee el ritmo frenético, los rasgos existenciales y el humor negro que tienen las obras del director italoamericano.


“Los Infiltrados” en su desarrollo podría pensarse que es demasiado juvenil para el director, pero a pesar de eso, Scorsese nos sorprende y construye un filme crepuscular, una odisea mucho más negra que el juego de móviles, misiones y soplos, todo aquel que conozca suficientemente el cine de Scorsese ya sabe de lo que le hablo. El montaje, absolutamente excepcional, le infiere un ritmo al filme pocas veces visto. Tengamos en cuenta que hablamos de una película que dura más de dos horas y media y el aburrimiento no asoma ni por recomendación. Scorsese no le da ni el más mínimo respiro al espectador, avanza con un crescendo increíble hasta llegar a una parte final que ya pertenece por derecho propio a los anales de la Historia del Cine debido a su dureza, además es por esta cinta que Scorsese pudo por fin alzarse como mejor director en los Premios Oscar. El vaivén entre los dos agentes infiltrados, Billy Costigan y Colin Sullivan, proporciona las dosis de suspense suficientes para que las dos horas y media de metraje no se estiren demasiado (y aunque sobren evidentes subtramas, como la que relaciona a los dos topos con la psicóloga policial), incluso a partir de materiales tan sugerentes como el silencio a través de la línea telefónica o la persecución por las calles después del cine porno. Secuencias necesarias, por otro lado, para compensar las habituales situaciones que tienen los personajes de Scorsese, en esta película se nota que la fauna humana que compone la cinta respira para la historia. El más interesante de todos es sin duda Billy Costigan, interpretado sin fisuras por DiCaprio, un buen actor ninguneado por su cara adolescente, pero que es eclipsado continuamente por el más plano y aburrido inspector Sullivan, en gran parte culpa del inefable Damon, y entre los dos se yergue un Jack Nicholson contenido, pero muy suyo al mismo tiempo. Un triángulo inestable rodeado de mafiosos y policías escrupulosos, a excepción del malcarado sargento de Mark Wahlberg, todos estos personajes de una manera u otra invocan continuamente a los personajes presentados en “Buenos Muchachos”.


Jack Nicholson realiza uno de sus mejores papeles como el capo de la mafia que la policía quiere atrapar, un hombre sin escrúpulos y sin principios que en manos de Nicholson adquiere una dimensión única. Las interpretaciones y la cuidada composición de personajes es uno de los principales fundamentos de la cinta. Más allá de los actores principales y los roles protagónicos, es notable la elección del resto del elenco realizada por Scorsese. El aporte que realizan Martin Sheen, Ray Winstone, Vera Farmiga y Alec Baldwin, para que sus personajes adquieran una identidad propia y cada escena esté dotada de una riqueza y color extraordinarios es vital para la verosimilitud que se desprende en cada momento. La trama, además, y en parte gracias a este preciso aporte, mantiene su constancia y continuidad dejando escaso marco para su caída en baches de intrascendencia. Scorsese ha acertado de lleno en muchísimas cosas. Una de ellas es que siendo un remake, ha logrado crear un filme con un universo propio al mismo tiempo que homenajea la cinta hongkonesa de dos formas muy inteligentes, una es creando alguna secuencia similar a la original, aunque evidentemente cambiando el tratamiento. Y la otra es introduciendo un pequeño chiste, si se le puede llamar así, en el argumento, con ciertos personajes asiáticos y cierta cosa que les suelta Nicholson. Habrá quien vea esto como una burla. Evidentemente hay gente que no tiene sentido del humor. Por otro lado Scorsese muestra sin ningún tipo de estupor diálogos sangrantes sobre la Iglesia Católica, algo que sorprende muchísimo viniendo de él. Los dos momentos en los que la Institución es atacada no deja títere con cabeza. Pero lo bueno del asunto es que en el filme no sobra ni falta una sola palabra o línea de diálogo. Todo está impresionantemente bien medido y recitado, lo que hay de novedad en “Los Infiltrados” se ciñe exclusivamente a la superficie del proyecto, es decir a lo meramente argumental. Esto no tendría especial importancia si de ello no se derivase algo más definitorio, y es que con este proceso Scorsese no pierde en familiaridad con el entorno descrito (Nueva York y sus habitantes, ya convertidos en signos característicos de gran parte de su obra) y en consecuencia, mediante ese mismo proceso, gana en distanciamiento sobre los nuevos hechos y personajes mostrados. Éste me parece uno de los puntos clave a la hora de valorar el filme.



La verdad es que no puedo expresar todas sus virtudes en una sola frase: su excelente guión te deja con la boca abierta cada minuto que pasa. “Los Infiltrados” es una reflexión sobre la verdad y el poder destructor de la mentira, sobre la lealtad y los caminos que debemos afrontar por mantenerla. Scorsese nos ofrece un tratado sobre el sentido del deber a través de la historia de unos jóvenes que se hacen policías. Unos simplemente para llevar pistola y otros por el auténtico significado de la placa. Costigan y Sullivan son diferentes, no se conocen entre sí, pero forman parte del mismo mundo y comparten sin saberlo sus principales relaciones. El jefe de la mafia y una mujer. A través de estos dos triángulos, esenciales para la narración y que el público conoce antes que los propios personajes, la trama va tomando forma de manera gradual y creciendo en tensión e interés. Hasta un final que parece un poco forzado, pero en el que Scorsese sigue esquivando lugares comunes. No puede dejar de percibirse un guiño de ironía y humor en el desenlace de la cinta, y es que para entonces lo más importante ya está consumado: con la pasión y adrenalina que reclama el género, más algunos condimentos extras, y Jack Nicholson mediante, casi reinventando el rol de capo de la mafia, “Los Infiltrados” es una película en la que sobra mucho y falta poco. Para la felicidad de los espectadores. La incapacidad de huir de una sociedad que propicia el enfrentamiento y que tan sólo deja espacio para el triunfo social a los más corruptos, arroja una acerada visión sobre el mundo y la política actual que Scorsese puntúa maliciosamente situando la bandera norteamericana como fondo de innumerables secuencias cuyo centro es la corrupción y violencia. Scorsese logra un filme ágil, crítico e interesante, golpeando con ira en muchas direcciones. En aquellas películas de los años cuarenta a las que antes hacía referencia, casi siempre permanecía un resquicio para la esperanza pese a la negrura de su discurso, sin embargo, ahora, en los tiempos que corren, parece que ya sólo las ratas, a las que tantas referencias se hacen en el filme, sean las que únicas que se atrevan a quedarse en el barco. Scorsese demuestra de nuevo que es “el maestro” contando historias urbanas.



"Un nuevo clásico del cine criminal americano”

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