domingo, 25 de septiembre de 2011

8 Minutos Antes de Morir

Director: Duncan Jones
Año: 2011 País: EE.UU. Género: Thriller/Ciencia Ficción Puntaje: 8.5/10
Interpretes: Jake Gyllenhaal, Michelle Monaghan, Vera Farmiga, Jeffrey Wright, Russell Peters, Michael Arden, Cas Anvar y Craig Thomas



El Capitán Colter Stevens (Jake Gyllenhaal), es un héroe de guerra que es enviado a través del tiempo, durante ocho minutos, para intentar evitar que estalle una bomba alojada en un tren con dirección a Chicago. Colter regresa una y otra vez al tren, su misión es identificar al terrorista, va reuniendo poco a poco nuevas pistas, pero no acierta a dar con su presa. Cuanto más datos descubre, más se convence de que puede evitar que se llegue a producir la mortal explosión, además en el tren conocerá a una viajera (Michelle Monaghan) con la que se implicará emocionalmente. Mucho ojo a Duncan Jones y a lo que su filmografía puede suponer para el cine de consumo mayoritario, comercial, no autoral o como demonios quiera que se llame. Con tan sólo dos películas en su haber, tan aparentemente dispares desde la lejanía como sumamente vinculadas entre sí en verdad, el hijo de David Bowie ya ha conseguido crearse un universo único, rico y original. Un tándem que tira de lo fantástico y la Ciencia Ficción, y de referentes, que apunta directamente al conocimiento popular e incluso remarca su reverencia hacia él, pero que luego genera potentes sinergias para despuntar con una personalidad única, potente y refrescante. En definitiva, todo un “outsider” para los tiempos que corren, este Jones, que encima se permite el lujo de hacer sus productos apetitosos antes, saciantes durante y fácilmente digeribles después de su consumo. ¿El truco? Adoptar como premisa primordial del cine, ante todo, puro entretenimiento, pero sin que por ello deban verse afectadas las neuronas de nadie. ¿El resultado? Un debut sorprendente con “Moon” (2009), y ahora noventa minutos de trepidante y agotador “whodunit”, con conspiranoicos y científico loco incluidos, y el constante latido de las agujas de un reloj que antes incluso de activarse ya está llegando a su fin...Sólo que cada vez que llega, vuelve ocho minutos atrás y la película empieza a acabarse de nuevo.



Por supuesto, el más avispado encontrará un guiño muy, muy directo a la serie “A Través del Tiempo” (1989-1993), en la que el método del protagonista para viajar en el tiempo era parecido al utilizado aquí, aunque debemos subrayar que “8 Minutos Antes de Morir” no es una película de viajes en el tiempo exactamente. En ella ya se encargan de darnos la conveniente explicación para que no nos perdamos, una de esas concesiones al público que en este caso no era precisamente necesario, porque lo importante de la película no se encuentra en su cíclico argumento de ciencia ficción, ni siquiera en su sencilla trama de suspense, la cual haría las delicias del Hitchcock más desenfadado, sino en su metafórico aluvión de imágenes, obra y gracia de Duncan Jones, quien ha conseguido llegar más lejos que en su laureada opera prima. Precisamente, y aunque pueda parecer lo contrario, “8 Minutos Antes de Morir” guarda paralelismos con “Moon”, pues ambas narran la historia de un hombre condenado a la repetición de una experiencia vital. Pero si en su anterior filme, Jones se paraba demasiado en las referencias y lo verdaderamente interesante de la trama daba comienzo en la conclusión del filme, en la presente el ejercicio se realiza en cierto modo al revés. Que ciertas sorpresas argumentales sean desveladas enseguida ponen de manifiesto las intenciones de Jones al adaptar el libreto, para mediante un fascinante premisa de ciencia ficción, totalmente imposible pero perfectamente creíble, reflexionar sobre la vida, sobre el ser humano y la infinita gama de posibilidades que se tienen delante cuando se toma una decisión. Una vez más, la buena ciencia ficción tratando temas tan antiguos como lo es el hombre. Y logrando además, una de las cintas más endiabladamente entretenidas de los últimos años.



¿Cómo logra Jones ese pequeño milagro? Arriesgándose para nuestro asombro en una época marcada por los “blockbusters” grandilocuentes, y en medio de una hornada de directores que suelen tener más prepotencia que talento (me callo los nombres por aquello de no recibir hasta en el carnet de identidad); Jones se la juega mostrando una humildad fuera de lo común, y una sobriedad en su puesta en escena que es totalmente de agradecer. No hay montaje acelerado, de dos mil planos por segundo, no hay efectismos cargantes, ni giros de guión ambiguos o tramposos. Lo que hay es ritmo, emoción, y espectáculo bien entendido, ése que se pone al servicio de lo narrado, logrando una fusión entre fondo y forma encomiable. Sí, “8 Minutos Antes de Morir” es una película pequeña, modesta, sencilla si se quiere, y es precisamente en esa modestia donde Jones gana enteros logrando llegar al espectador de forma contundente, directa, y creo que difícil de olvidar. Algo así como un "Hechizo del Tiempo" (1993) a lo bestia, con algo de "Misión Imposible" (1996), más algo de "El Origen" (2009) y mucho de "Fringe" (2008), que basa su gracia en una repetición constante de la misma e idéntica estructura, regenerada una y otra y otra vez. Hace falta valor, sí, pero también mucho oficio para no caer rápidamente en el tedio, algo que aquí emana por todos sus poros: desde un guión (de Billy Ray y Ben Ripley) que gotea información prácticamente a cada fotograma, a una dirección que discurre a él emparejado, alterando cada vuelta atrás en el tiempo lo justo para no caer en la monotonía ni pasarse de la raya, pero sí ir descubriendo secretos, virtudes y dimensiones a cada paso. Entre uno y otro juegan con el espectador que, ávido por saber y por tratar de adelantarse a los misterios que brotan como setas, cae en sus trampas, yerra una y otra vez, se ve obligado a volver a empezar... En definitiva, recorriendo el mismo sendero que el protagonista del filme.



Toca detenerse un poco más en la estructura con que “8 Minutos Antes de Morir” ha sido concebida, resaltar la brillantez mediante la que no sólo maneja el interés de cada repetición, sino que lo desplaza hacia uno y otro foco de intriga sobre los que al público le toca investigar. Claro, importa saber quién es el terrorista, dónde está la bomba o cómo se desactiva. Pero por entre medio serpentean pistas sobre la otra gran pregunta: qué se esconde detrás de toda esta misión. Y la respuesta puede causar sorpresa, Jones se aprovechan de ello, dándole a la segunda parte del filme una carga moral/sentimental mucho más intensa, es allí en donde a los personajes se les coge cariño enseguida, resultan creíbles y entrañables y por eso, el giro emocional que marca la evolución de la trama se acepta sin peros pese a que suponga una mera preparación de lo que está por venir y que es ese tercio final que tanto parece haber molestado al otro lado del océano. Cierto es que un pequeño tirón de orejas, por exceso sentimentalismo en sus minutos finales, tampoco estaría de más tanto al filme en sí como a una banda sonora hasta ese momento espléndida pero sobrecargada aquí de violines, pero no menos cierto es que todo el arco está ahí para brindarle al personaje, y por extensión al espectador, la posibilidad de un devenir justo, por lo que la emotividad queda sobradamente justificada. Y es que tenemos el mismo trasfondo repetido hasta la saciedad del individuo que, tras descubrir poco a poco el mecanismo del que está formando parte, decide revelarse e intenta cambiarlo bajo sus fines, ya sean morales o puramente experimentales, en esta cinta encontramos una fusión de ambos fines. Esto demuestra algo que nunca me cansaré de defender: igualmente que una obra de arte no implica que sea buena por ser original o nunca se haya hecho antes algo similar; que otra obra de arte que repite unos argumentos y simplemente los trata con otra estética o una historia nueva, no implica que pierda validez.



No hay mejor sensación que la de empezar a ver una película que ya por su título y cosas que has podido o creído escuchar sobre ella, crees que va a ser un mero entretenimiento intrascendente, y que de pronto, poco a poco vaya cobrando interés y te sumerja en una sorprendente historia que de ninguna forma esperabas... es así que Jone nos sorprende con una maravillosa mezcolanza de ciencia ficción impregnada de acción de una forma que te mantiene totalmente pegado a la pantalla, pendiente de los detalles y ansioso de saber a cada "toma" más y más... todo ello rodeado de una misteriosa atmósfera en la que no está muy clara cuales son los límites de lo correcto y que plantea inquietantes cuestiones morales y/o filosóficas, con un argumento que quizás sin llegar a ser sólidamente perfecto si se analiza fríamente, pues se sirve de según que licencias en mayor o menor grado, a mi me convence por su frescura y original planteamiento. La grandeza de “8 Minutos Antes de Morir” no reside en su trama laberíntica en la que una y otra vez el protagonista (excepcional Jake Gyllenhaal, demostrando, esta vez sí, que puede ser un héroe de acción totalmente carismático) debe encontrar a un terrorista para evitar más tragedias. Llegado a cierto punto del relato, Jones descubre sus cartas y nos habla de algo mucho más importante, la enorme distancia que separa nuestros deseos de la realidad, aquello que siempre anhelamos y lo que en realidad poseemos. Su trabajo de dirección, tan intimista como enérgico, que como dije anteriormente se refleja en instantes tan poderosos como los que bañan el tercio final del filme, en el que Jones se revela casi como un poeta de la imagen. Hay un plano congelado que por derecho propio debería pasar a los anales, pues contiene más verdad (más cine) que muchas otras películas en las que se ha intentado hablar de lo mismo. Y ese plano parte de un beso, único, casi nuevo, y que da todo sentido a la película. Lo verdaderamente importante, pues tal y como recuerda continuamente el personaje al que da vida una entregada Vera Farmiga, hay cosas que no son relevantes.



¿Cuántas veces hemos de experimentar las mismas sensaciones o vivir las mismas experiencias para darnos cuenta de lo que de verdad queremos? “8 Minutos Antes de Morir” lo explica de la forma más sencilla posible, en un marco de abierta Ciencia Ficción, donde la sombra de Philip K. Dick navega sin disimulo (la suplantación o anulación de personalidad para encontrarse con el yo verdadero), y donde lo que realmente importa no es quién es el terrorista (quizá el elemento más previsible del relato, y creo que totalmente intencionado), ni cómo narices envían al protagonista al tren, o qué es realmente esta misión. Esa sería la trama en su superficie, pero dentro de sus poderosas imágenes, “8 Minutos Antes de Morir” desvela otra historia, aquella en la que las elecciones que se toman determinan el futuro, y los recuerdos que nos pesan pueden ser liberados con una simple llamada de teléfono, aquella en la que la realidad siempre es más dura y cruel que los deseos, sólo posibles en un sueño o universos paralelos. ¿Qué harías si supieras que te queda menos de un minuto de vida? ¿Hacer que cada segundo cuente? No, emplearlos en un beso que se repite y al mismo tiempo es el primero. Porque a veces, algo tan sincero como un beso es lo que marca la diferencia. Súmese a todo ello la posibilidad de teorizar sobre diversas explicaciones posibles a las que se deja la puerta entreabierta, y ya tenemos asegurado lo más valioso a lo que una producción cinematográfica puede aspirar: que se hable de ella. Y es que “8 Minutos Antes de Morir” es de aquellas películas que motivan, de esas que hay que ir a ver para poder comentar. Su juventud y vigor brillan con luz propia, la inteligencia con que se plantea y la originalidad que tanto cuesta hallar hoy en día aseguran una de las mejores inversiones hechas en una entrada de cine en los últimos tiempos, y aunque puede que no sea perfecta (queriendo se le puede achacar cierta simpleza de base) o que a no todos convenza su mirada hacia lo personal...qué demonios, garantiza un espectáculo total y visualmente exquisito.



"Sorprendente y nada pretencioso”

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