domingo, 30 de mayo de 2010

Bird

Director: Clint Eastwood
Año: 1988 País: EE.UU. Género: Drama/Musical Puntaje: 08/10
Interpretes: Forest Whitaker, Diane Venora, Michael Zelniker, Samuel E. Wright, Keit David y James Handy

Relata la fama del saxofonista de jazz Charlie “Bird” Parker, que crece rápidamente a partir de su llegada a Nueva York en 1940. Pero Parker comienza a abusar del alcohol y las drogas, y su vida se convierte en un infierno. Este filme es una colosal obra de arte, homenaje al jazz y, sin pretenderlo, un homenaje al cine en sí misma, y que me parece, sin duda una de las mejores cintas que a realizado su director. “Bird”, es una inagotable lección de cine, pone en imágenes los últimos años de la vida del saxofonista Charlie Parker, con una interpretación colosal de Forest Whitaker y Diane Venora. La película siempre encuentra su punto justo sin ser académica o entusiasta, y acorde siempre con la particular atmósfera que inspira el jazz, intimista, amarga y a la vez dulce, elegante, mágica. La película esta repleta de infinidad de aciertos que en conjunto me llevan a un estado de completa felicidad. Me alegro de que todavía me quede gran parte de la filmografía de este imparable director por descubrir. En definitiva dos horas de cine de verdad.

Este filme incluye tres genios: personaje, intérprete y director. Charlie Parker fue algo más que un músico brillante para su época. La característica que lo hizo único fue que no bajaba de escala cuando estaba tocando. El tipo subía y cuando los boquiabiertos espectadores pensaban que debía o que iba a bajar seguía ahí instalado cual pájaro en su rama. De ahí viene el apodo de Bird. Su música conseguía que el público volase. Hay un plano en el que el camarero se niega a servir a un cliente en un momento de especial climax con Bird en la pista. Personalmente no me gusta demasiado la música afroamericana, pero el jazz, aunque reconozco que no lo comprendo mucho, sí que ostenta magia y belleza como ningún otro género musical. No lo entiendo, sí, pero puedo sentirlo. Además, la heroína conseguía en Charlie Parker un extra a la hora de improvisar. Clint Eastwood siempre ha elegido mostrar las vidas de perdedores, de esas personas que un día lo tuvieron todo, el mundo a sus pies, y que por su tozudez, su estupidez, y su egocentrismo, acabaron siendo una sombra de lo que un día fueron. A Clint nunca le han interesando los personajes que siempre consiguen a la chica, los guapos que salvan al mundo o los que tienen un buen trabajo y conducen un gran deportivo. Así los John Wilson, William Munny o Frankie Dunn han sido siempre el arquetipo ejemplar de personajes eastwoodianos, perdedores destinados a acabar solos por su propia culpa. Charlie Parker pertenece por motivos propios a este selecto grupo.

Forest Whitaker es el mejor actor de raza negra de Hollywood y el más infravalorado. Que tardíamente le dieron un Oscar, como dice mi amigo Adrián, por su infumable físico. Seguramente a los directores actuales les gusten más personajes como Denzel Washinton, Will Smith o algún personaje de alguna película rapera. No voy a perder mi tiempo y el suyo resolviendo su absurda paradoja sobre lo que significa interpretación, tengas el físico que tengas. Whitaker es genial en este filme. Está excelente cuando toca el saxo, cuando está volado por el alcohol y las drogas y cuando dialoga con su mujer o compañeros de banda. También sus silencios son más que elocuentes y sus reacciones dignas del mejor loco. Habría que esperar otros diez años para verlo en un personaje principal en un filme mágico: “Ghost Dog” con Jim Jarmusch. Entre medio sólo papeles sosos y poco reconocimiento. Supongo que además de ser negro, será desagradable con los blancos de Hollywood, porque sino es difícil de comprender sus largas ausencias. Dentro de la filmografía de Eastwood, primero “El Jinete Pálido” y luego “Bird” significan dos puntos de inflexión en las historias que cuenta Clint, precedidas por la fallida “Bronco Billy” y por la notable “El Hombre de Honkytonk", y comienzan a marcar lo que será la serie de películas que hará a partir de entonces, una vez alcanzada la perfección técnica, se centrará en contar las historias.

Clint Eastwood es el mejor director vivo y mi favorito junto a Kubrick y Scorsese. La ausencia de anteriores películas "serias" para la casposa y estúpida hasta la saciedad gente guapa de Hollywood, privó a “Bird” de recibir más merecidos premios y homenajes por parte de la industria. Algo así le sucedió a Spielberg con su mejor obra: “El Color Púrpura”; once nominaciones y no se llevo ninguna, por ser su primera obra "seria". Eastwood no creo que hiciese una película "mayor" por no tratarse de un western o no ser violenta. La maestría del cine que lleva dentro ya había salpicado otras de sus producciones como por ejemplo “El Fugitivo Josey Wales” o “La Venganza del Muerto”. Con “Bird” aprendió quizá a ser más meticuloso de lo que ya era con, por ejemplo, el sonido (un oscar) y con la luz, y además regalándonos un bello plano secuencia y bonitos encuadres. La película es, sencillamente, una sucesión de escenas de antología que componen el retrato del éxito, la autodestrucción y la muerte de uno de los mayores genios de la música del siglo xx, con un maravilloso y complejo montaje a base de continuos “flashbacks” y saltos en el tiempo, y con unos diálogos que, en boca de los actores, ponen la piel de gallina.

Por citar algunas, de entre un conjunto perfecto, la escena en que Charlie y su esposa escuchan musica, mientras van en el coche, una versión con letra de Kansas City, que es un preludio de muerte y que volverá a sonar en la escena final del funeral, y el momento en que Charlie le envía compulsivamente telegrama tras telegrama a su esposa tras la muerte de la hija, son de lo mejor que ha rodado y rodará Eastwood. Y por si fuera poco, en el filme está mi “flashbacks” favorito de la historia del cine, aquel en el que el saxofonista Buster recuerda, entre carcajadas, cómo conoció a un joven llamado Charlie “from just around“. A la hora de analizar “Bird”, hay que tener en cuenta que siempre es muy difícil llevar al cine una historia tan dura y tan fuerte sobre uno de los grandes músicos de la historia, y por tanto lo más fácil podría haber sido recurrir a numerosos tópicos sobre la música, y acabar en una especie de “Ray”, un filme muy bien realizado pero con menos historia que cualquier comedia adolescente. Pero Eastwood ama el jazz, y más particularmente Parker, su ídolo personal, y eso se nota. Él no embellece la historia, el conduce un relato duro y oscuro sobre un auténtico perdedor, alguien que, consciente de su mala situación, no hacía nada para remediarla.

Clint realiza una puesta en escena acorde con la situación del personaje, con escenas que transcurren casi en su totalidad en momentos nocturnos, al igual que la vida de Parker, en la que abundaban más los oscuros que los claros. Apoyado en una fotografía sensacional, que envuelve al espectador, y, obviamente, en una banda sonora de excepción, Eastwood nos deleita con un drama desgarrador que permite conocer cómo fue la caída de un hombre, no sólo musicalmente hablando, si no con su vida, su relación con las personas que le quería, y su relación con las drogas y el alcohol, hasta que perdió la batalla definitivamente. El filme de Eastwood es, junto al relato de Cortázar “El Perseguidor”, el mayor homenaje que el arte ha ofrecido a la figura de Charlie Parker y aunque no sea demasiado citado cuando se habla de su autor, el eslabón de su carrera en que, más que nunca, consigue explorar todas las posibilidades que ofrece el lenguaje cinematográfico puesto al servicio de una historia.

"Intensa, trágica y profundamente jazzística”

miércoles, 26 de mayo de 2010

Las Noches de Cabiria

Director: Federico Fellini
Año: 1957 País: Italia Género: Drama Puntaje: 09/10
Interpretes: Giulietta Masina, François Périer, Amedeo Nazzari, Aldo Silvani y Franca Marzi

Cabiria (Giulietta Masina) es prostituta y ejerce su oficio en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y una cierta ingenuidad la convierten en víctima de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y golpean. Las contrariedades no afectan a su espíritu, que cobra esperanzas renovadas una y otra vez pese a los sucesivos fracasos. Todo parece cambiar cuando abre su corazón a un tímido contable que le propone matrimonio. Quizás estemos ante la última película de Fellini de las que podríamos calificar como crítica social, herederas de magistral neorrealismo. Con “Las Noches de Cabiria” el director italiano concluye una etapa en la que lo importante son los personajes. Personajes marginados, humanos y sencillos. A partir de aquí, el protagonista pasará a ser el cine, las hipótesis o la innovación.

Qué sencillo resulta, viendo una película como “Las Noches de Cabiria” comprender la admiración que siente por Federico Fellini un autor como Woody Allen vive para el séptimo arte. Cabiria, con su ternura, su fatalismo, su desvalimiento, su sonrisa... sería la cereza perfecta del más exquisito pastel manhattaniano que el maestro Woody fuera capaz de cocinar. El retrato de esta prostituta que patea las calles de Roma, saltando de desgracia en desgracia, víctima de un hado siniestro que no la abandona ni a sol ni a sombra, pero que, ni aún así, y hasta en la misma escena final, es capaz de no mezclar una sonrisa, por leve que sea, con sus lágrimas, constituye una de las cumbres del cine europeo de la decada de los 50, y, además, nos muestra cómo Fellini no sólo fue un gran cineasta, con un dominio de los fundamentos técnicos del lenguaje cinematográfico realmente apabullante, o un vitalista y humanista integral, que volcaba fantasmas y obsesiones sobre la pantalla con un profundísimo sentido de libertad, sino que también se trataba de un hombre capaz de dejarse atrapar en las redes de la pasión y la compasión que un personaje tan tierno y patético puede llegar a despertar.

Una de las primeras obras de su autor, “Las Noches de Cabiria” aún se mueve en los terrenos del neorrealismo, si bien como sucedió con todos los grandes cineastas italianos de aquel periodo, y en particular como ya sucediera desde la primera obra de Fellini, “I vitelloni” está pasada por el tamiz de una visión muy personal, y tan poderosa como la ilimitada capacidad del director para la sugestión del espectador mediante elaborados planos descriptivos, obra de una lírica inmarchitable. A pesar de su oficio, Cabiria participa de una fuerte moralidad, de una integridad que no proviene de su inteligencia sino de la nobleza de su alma, y que, tras su apariencia de chica jovial y feliz, esconde la crasa vulnerabilidad frente a los tiempos y circunstancias que le toca vivir. En ese sentido, hay constante el metraje un especial hincapié en la reivindicación de los parias sociales, que Cabiria encabeza pero que se secunda con una retahíla de personajes de exposición gráfica. Además Fellini no elude una gráfica representación de los perniciosos hábitos folclóricos de una sociedad miserable, el agobiante mercadeo en el que se convierte la celebración, la ridícula aglomeración en el interior de la iglesia, la no menos patética evocación doliente que efectúan los peregrinos.

Fellini es uno de los mayores visionarios de la historia del cine, y en las estampas vivas de esta película hay un sin fin de detalles escénicos que, más allá del hálito descriptivo o radiográfico que impregna las imágenes, trascienden hacia las temáticas que obsesionaron a la inteligencia y sublime desmesura de su creador, la importancia de las máscaras y los espejos, la ilusión y el sueño, la efímera trascendencia… Sobre el particular, me quedo con la antológica secuencia del espectáculo del mago hipnotizador, cuando Cabiria se queda a solas, porque la cámara ya no muestra al público, y la voz del mago está en off, reproduciendo una aspiración del mayor voltaje romántico, que se va impresionando en el rostro de Giulietta Masina mientras la cámara juega a un delicado contraste de luces y sombras para alcanzar un auténtico remanso de belleza e intimidad. Cuando el mago chasquea los dedos, es la realidad la que abofetea a Cabiria, al igual que los espectadores que se ríen (incluso uno de ellos grita: “esto es una engaño”), la que la hunde en la desolación. La única posibilidad de redención para un paria se halla en la evocación, en el sueño, en la huida de la realidad, que se logra mediante el arte, mediante las luces mágicas del cinematógrafo y los sonidos mágicos de la música (la de Nino Rota es esplendorosa), como los acordeones y guitarras de aquellos sonrientes miembros de la farándula que, inopinadamente, logran sortear la lágrima llena de rimel que dominaba el rostro de Cabiria para iluminar, en plena penumbra, una sonrisa.

“Las Noches de Cabiria” es, ante todo y sobre todo, la portentosa interpretación que de su personaje principal más que principal, casi único: el resto del reparto se podría calificar (con las únicas excepciones de Oscar y Wanda, personajes que sí gozan de una cierta entidad) más como episódico que como secundario hace su protagonista: Giulietta Massina, que hace un trabajo esplendoroso, en esta cinta. Y no es que carezca de otros elementos de interés, y altamente meritorios: una fotografía en blanco y negro de una espléndida luminosidad; una planificación bien medida y ajustada (sin grandes alharacas, pero también sin fallas); o una iluminación perfectamente conseguida, muy en especial la de determinadas secuencias, como pueden ser la del teatro de variedades, cuando Cabiria sube a su escenario, en los planos de espaldas, dando el frontal al patio de butacas; o la de su último encuentro en el bosque con Oscar, que es verdaderamente fantasmagórica). Todos esos elementos otorgan a la película una calidad técnica notable, pero quedan empequeñecidos ante la magnitud de lo que en el desarrollo de la misma representa la presencia de una Giulietta Massina en auténtico estado de gracia. Todas las miserias (las de su realidad) y grandezas (las de sus sueños) de Cabiria caben en su rostro, en sus movimientos, en sus decires, en sus callares...

Si se une a ello una presencia física, realzada con sus correspondientes aditamentos (vestuario, maquillaje y peinado), especialmente ajustada al perfil de personaje, ya tenemos todos los ingredientes para poder asistir a un completo prodigio interpretativo. El cine, ésa que desde sus más remotos principios pretendió ser (y lo consiguió), la más grandiosa fábrica de sueños al servicio del entretenimiento y disfrute de la humanidad del siglo XX, nos regala, a veces muy contadas, a saber si afortunada o desgraciadamente..., no sólo tales sueños, sino también algo más: magia, pura y simplemente magia. Ésta es una de ellas y, por supuesto, es fundamental el no desaprovecharla. Degusten la delicatessen en cuanto tengan ocasión. Obra magistral que trasmite una serie de sentimientos y actitudes, que, por poco frecuentes, aparecen como utópicos. Aunque criticada por los menos idealistas como melodramática y sentimental, nos quedaremos para siempre con Cabiria.

“Una obra inmortal e imprescindible"

domingo, 23 de mayo de 2010

I'm Here

Director: Spike Jonze
Año: 2010 País: EE.UU. Género: Romance Puntaje: 09/10
Interpretes: Andrew Garfield, Sienna Guillory, Annie Hardy, Nathan Johnson, David Kramer y Daniel London

Cuenta la historia de amor entre robots protagonizada por un asistente de bibliotecario que tiene una vida ordinaria en Los Ángeles, hasta que un encuentro le abre los ojos a un mundo de creatividad y de amor. Aclamado trabajo de Spike Jonze que se presentó en Sundance y se proyectó en la Berlinale 2010, obteniendo muy buena acogida de la crítica. Dejemos de lado sus dos obras más célebres, pues las considero al 100% logros de la dupla Jonze y Kaufman y no únicamente trabajos enteramente del primero. Si hacemos esta distinción, el debut en el largometraje de Spike Jonze se produjo el año pasado, con la intimista y bella "Donde Viven los Monstruos", un canto a la imaginación infantil tan sincero y cálido como digno de ser recordado, notablemente interpretado, caótico en cierto modo, pero siempre justificado. "I'm Here" nos recuerda que Jonze sigue aquí, ni más ni menos. Su nuevo mediometraje (que ya ha pasado por un par de festivales importantes, con buena recepción crítica) nos narra una historia tan bienintencionada como sensible, a veces demasiado "soft", contada (o más bien susurrada) a modo de anécdota vital con la voz sosegada de Andrew Garfield.

El sueño de todo indie debe ser seguir siéndolo a pesar de aprovecharse de las líneas comerciales más potentes, como en este caso Absolut Vodka, que ejerce de productora. Parece inconciliable pensar en esa archiconocida marca alcohólica y luego encontrarse un relato tan sencillo, tan intimista, tan real. Y es que Spike Jonze encarna, como casi ningún director, esa esencia especial, autónoma, indie como decíamos, sean los medios que le catapulten los que sean. Y es que, en el fondo, la clave de la originalidad es coger lo más normal del mundo y pintarlo con una pátina nueva, hacer de lo cotidiano un pequeño milagro, hacer de la rareza un hito romántico. En este mediometraje los elementos de la fórmula son los más comunes y manoseados del mundo: el amor, la soledad, la música, la generosidad y la intolerancia. Si unimos estos componentes y además le añadimos un guión sensible, pero nada sensiblero, una fotografía que reluce como un atardecer en el parque, unas canciones conmovedoras y una identificación inmediata con los personajes, que no son tan raros como parecen pues Jonze deposita en estos "robots-ordenadores" lo mejor del ser humano, mientras que a los humanos los convierte en acusadores, grotescos o malvados, el resultado de la ecuación debe ser necesariamente bueno.

Todo cambia desde ese momento que lo robots protagonistas se conocen, la pantalla se empapa de ternura, de amor. Hay una progresión dramática, se descontextualiza la ambientación y todo se centra en un romance en el que no hay reservas: es el todo por el todo, dejando momentos bellísimos como la secuencia del bosque; en el fondo, podrían ser robots, chimpancés o calamares gigantes. La historia es el amor, el contexto no es importante. Y justo ahí se encuentra un arma de doble filo. Los amantes de la “sci-fi” no encontrarán muchos alicientes, los seguidores del cine romántico ya lo habrán visto antes. Lo que ambos grupos compartirán es que nunca, o casi nunca, se ha conseguido una obra centrada en el amor menos empalagosa. Hay verdad, realidad. Todo es creíble, incluso cuando hay ciertas reacciones extremas (el tramo final) podemos entender, en cierto modo, lo que pasa en pantalla, el sentido y la forma de actuar de los personajes. Poesía cotidiana en un entorno que no nos es común. Sólo Pixar había conseguido emocionarnos con la historia de dos robots enamorados. Ahora, también lo ha logrado Spike Jonze.

Las canciones de Aska Matsumiya y otros grupos emergentes, los diálogos entre los protagonistas son pocos. Pues estos dos robots, son robots de pocas palabras y gestos maravillosos. Tengo que reconoceos que hubo momentos en los que me vinieron muchas ganas de llorar, de ternura y melancolía, durante el pase. Me recordaba a ciertas relaciones virtuales que tenemos actualmente entre nosotros, a veces casi más humanas e intensas de lo que vivimos con nuestros compañeros de carne y hueso. Una obra de acento retrofuturista con tantas interpretaciones como personas hay en un concierto, preciosa. La utilización de los robots fue muy buena para demostrar lo fácil que se nos puede hacer dar cuando estamos arrastrándonos de amor. La película tiene algo de crítica social porque aparentemente los robots no tienen los mismos derechos que los humanos, pero es tratado de una forma muy ligera esto esencialmente es una historia de amor. Hay cosas un poco clichosas como que un tipo cuadrado se enamore de un espíritu libre y llega un punto en que piensas “WTF? Él va a seguir”. Al final me pareció un corto dulce y excelente. En términos de producción la página donde se proyecto es una experiencia. Entras a una sala de cine virtual y tienes la opción de invitar a tus amigos a ver la película contigo. La utilización de web para este proyecto es excelente. La película de por si no rompe con ningún parámetro de producción, “Avatar” no es, pero la historia está muy bien hecha y los actores son excelentes. Así que en cuanto puedan visiten http://imheremovie.com/ y enamórense.

En resumidas cuentas este mediometraje es una aventura de amor robótico, que ha sido del agrado tanto de crítica como de audiencia, con una secuencia inicial muy bien lograda, y una mezcla de visuales y música acorde a lo que uno espera de Jonze. En esta historia, robots y humanos conviven, siendo los primeros únicamente creados para cumplir su trabajo y nada más, sin embargo poco a poco van “evolucionando”, encontrando un sentido, una razón para vivir. Spike Jonze ha vuelto en plena forma. Yo tenía mis dudas cuando acabó su colaboración con el guionista Charlie Kauffman, pero me ha sorprendido para bien, aparte de que su estilo visual es impecable, no ha perdido nada a la hora de narrar que es lo que más me preocupaba. “I´m Here” es un poema de amor platónico, de la gente que da todo en una relación, de la gente que siempre esta ahí, puede parecer demasiado positivo, pero tiene que ser así para que el poema contenga esa magia que nos haga vivir con fuerza. Gracias Spike Jonze!!!

"Simplemente, un hermoso poema de amor"

martes, 18 de mayo de 2010

Alicia Ya No Vive Aquí

Director: Martin Scorsese
Año: 1974 País: EE.UU. Género: Drama/Road Movie Puntaje: 07/10
Interpretes: Ellen Burstyn, Kris Kristofferson, Diane Ladd, Harvey Keitel, Laura Dern, Martin Scorsese, Jodie Foster y Alfred Lutter

Alicia Hyatt, casada con un repartidor y madre de un rebelde hijo de once años, lleva una vida mediocre en Socorro (Nuevo México). Un día, conversando con su confidente y vecina, recibe la noticia de que su marido ha fallecido en un accidente de tráfico. A partir de ese instante se plantea cambiar totalmente de vida y, tras vender sus escasas pertenencias, se pone junto a su hijo camino de Monterrey (California), su tierra natal y el único lugar donde Alicia puede convertir el sueño de su vida en realidad: continuar con la carrera musical que llevaba antes de casarse. La vida en la carretera le hará plantearse lo que ha sido por ahora su vida y lo que le queda, y si debe dejar de lado sus deseos para poder seguir criando a su hijo. A los verdaderos maestros se los distingue porque son capaces de demostrar su talento fuera de su hábitat natural. Lejos del mundo del crimen, en el que se mueve como pez en el agua, Scorsese borda aquí un relato, tan creíble como intenso.

Así Scorsese acomete una típica historia americana de segundas oportunidades con una doble intención: esa voluntad de convocar el espíritu del cine de estudio (que es la que le anima en la actualidad) y la necesidad de aprovechando la ocasión para demostrar que podía trabajar de encargo y así garantizarse la continuidad (lo que también esta presente en sus trabajos actuales). Emplea todo lo que había aprendido y unas habilidades ya notables en, básicamente contar una historia con su aquel de drama, su pizca mística “on the road”, algo de romanticismo y toques de comedia. Y en la actuación de la actriz principal que logra dejar su impronta en una cámara nerviosa y envolvente, atenta al detalle y con momentos estupendos (como la combinación de rápidos travellings y movimientos circulares, acompasados por el montaje y la música durante la escena de la prueba de piano en el bar. Una planificación que subraya la importancia dramática del momento y que repetiría mejorada en la espléndida “El Color del Dinero” de 1986, otro filme de reverencia a “lo clásico” y prolongando espiritualmente y por momentos supera, aunque quede mal decirlo a la mítica “El Audaz” de Robert Rossen, en el uso de la música (dietética y extradiegética) como elemento dramático a volumen atronador o en la intervención ritual de un Harvey Keitel sorprendente como violento pretendiente que incendia la pantalla durante un muy “scorsesiano” arranque de furia a mitad del metraje.

Como dije en el anterior párrafo la esencia del filme es la protagonista que estaba a cargo de una sutil y matizada Ellen Burstyn, que tras unos comienzos deslumbrantes con sus papeles en “El Exorcista” (1973) y esta película (por la que obtuvo el oscar en 1975) se a refugiado más por el teatro, sin demasiada fortuna en el cine, hasta que en 2000 protagonizó “Réquiem por un Sueño” del estrambótico Darren Aranofky por la que volvió a ser seleccionada (película que, dicho sea de paso, detesto cordialmente). Pero on esta película gano el Oscar, es que realiza el papel de su vida, escrito para su exclusivo lucimiento, y de lo cual por tanto se resiente la película, ya que los demás personajes son sólo comparsas creados a su medida. En este sentido la película da la impresión de ser un encargo para aprovechar el tirón que la actriz había alcanzado con “El Exorcista”. El guión va evolucionando de la tragedia familiar, a la lucha por la supervivencia y la dignidad, para ir diluyéndose conforme avanza la película en drama sentimental, aunque paradójicamente la cinta gana interés por una mejor construcción de los personajes, aunque las situaciones en las que se mueven sean un tanto forzadas, tendiendo a buscar la felicidad de la protagonista por encima de la verosimilitud de la acción.

Se agradece por tanto la modestia y el hábil retrato de una época y la sensibilidad para captar, incluso visualmente, el carácter complejo de la protagonista, las buenas interpretaciones y el equilibrio tonal, pero no deja de ser un drama bastante corriente y manido que si resulta más interesante que la media es por los destellos que deja su realización. No solo estéticamente sino de una manera más sutil en cierta autoconsciencia que tiene su mejor baza en un final feliz que, al parecer, se discutió hasta el último segundo. No hay que olvidar que estamos tratando la ficción estadounidense de los 70 y que entonces el final triste y la desolación vital eran la norma, pero Scorsese no quería eso, tampoco quería algo grosero; el resultado es de una sutiliza y un tacto ejemplar: Alicia y el rudo granjero al que personifica un perfecto Kris Kristofferson como epítome de la masculinidad callada americana se reconciliará en una última escena que conecta con doble público, nosotros y la gente de la cafetería, por un instante la ficción se da cuenta de su propia naturaleza como reinvención de unos códigos que necesitan de ese final para funcionar correctamente y la salva de aplausos que cierra la escena certifica su carácter de “escenificación de una convención”, de guiño cómplice al espectador avisado.

Esto conectaría además con el momento más memorable y aclaratorio de las intenciones de Scorsese con respecto al material (una visión personal y unas intenciones que le hicieron sudar tinta en diversos enfrentamientos con el guionista Robert Getchell): el prólogo irreal y unos títulos de crédito que homenajean entre sartén y letras suntuosas al clasicismo (en)soñado del Hollywood dorado. Homenaje declarado al decorador y director William Cameron Menzies y al cromatismo de 2El Mago de Oz” (Victor Fleming, 1939) este prólogo es una pequeña maravilla rodada en estudio mediante una suntuosa puesta en escena y una onírica iluminación que reproduce, no miméticamente sino pasado por el tamiz de la memoria y la nostalgia un cine ya desaparecido justificando por si mismo el visionado del filme e incorporando ricas lecturas por la manera en la que contrasta con el naturalismo (estilizado por momentos pero naturalismo al fin) del resto de la obra introduciendo el choque ideológico entre la ingenuidad de los sueños de celuloide y la garantizada frustración que supondrá cualquier intento de llevarlos a la práctica.

Una película agradable pero muy menor, que no va mucho más allá de ser un vehículo para el despliegue interpretativo de la estrella de turno, en este caso una encantadora Ellen Burstyn que se luce a gusto. El uso de la música como elemento dramático a volumen atronarte es muy buena o en la intervención de Harvey Keitel es sorprendente. En definitiva, una película que sin dejar de ser interesante esta en la media de las producciones del director, y lejos de las grandes obras de finales de los 70 y comienzos de los 80. Sobre un tema muy similar, con una protagonista de igual nombre en un claro homenaje a esta película, el genial Woody Allen hizo “Alice” (í1987), que sin estar entre las mejores de su autor es una película mucho más certera en el tratamiento de las emociones y necesidades que mueven a los seres humanos.

"Injustamente olvidada, personal obra de Scorsese"

domingo, 16 de mayo de 2010

El Conformista

Director: Bernardo Bertolucci
Año: 1970 País: Italia Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Jean-Louis Trintignant, Stefania Sandrelli, Dominique Sanda, Pierre Clémenti, Gastone Moschin, Enzo Tarascio, Fosco Giachetti y Jose Quaglio

En "El Conformista" se reúnen todas las inquietudes que han hecho indispensable a Bernardo Bertolucci. Filme renovador y moderno, supuso un hito en su estreno por su tremenda complejidad. Adaptación de una novela de Alberto Moravia, cuenta la tragedia de Marcelo Clerici (Jean-Louis Trintignant), un joven profesor de Filosofía adepto al fascismo sufriendo entre las traiciones y la cobardía en medio de un contexto histórico delicado. De fondo, las contradicciones morales de quién ha sufrido abusos sexuales en su infancia, una reprimida homosexualidad y el amor verdadero nunca encontrado. En dicho filme desarrolló una crítica abierta a la ideología fascista, volcando la trama de la cinta en un hecho internacional orquestada por Mussolini para asesinar a un profesor de ciencia política en Paris. Es una excelente película de género dramático aderezado con varios contrastes, como por ejemplo: el de la Italia fascista y el marxismo francés, junto con la sexualidad castrada y el sexo liberal, una película llena pues de miedos y traumas de la infancia.

¿Cómo hilvanar la abstracción de tanta interioridad en una narración de imágenes?. No fue fácil. Y es que Bertolucci apostó para este filme por la grandilocuencia y la megalomanía para representar el totalitarismo en toda su extensión. Cinematográficamente asistimos a un filme virtuoso, resplandeciente por su original y arriesgada puesta en escena (riquísima en recursos narrativos). Tal vez "El conformista" fue un filme moderno, revolucionario, insuperable por su ambición, por ese anhelo de invadir el alma (intelectual y emocional) del cine. No sería justo eludir la importancia de un elenco actoral sobresaliente. Al ya conocido Jean-Louis Trintignant se une la imponente presencia de dos musas del celuloide comprometido de aquel periodo: Stefanía Sandrelli y Dominique Sanda. Dos actrices cuya belleza delató la huella imborrable de la emoción y la sensualidad, aderezado (además) con grandes dosis de neuronas, aunque hay que reconocer que esta película no es de lo mejor del siempre discutido y discutible director italiano, pero que le supuso, como dije un reto creativo, como bien dije al principio, nos narra la historia de forma cronológica, al ir proporcionándonos digamos que los "trozos" de la vida del protagonista, a la vez que desarrolla el presente. Haciéndonos mostrar la cara más cruel del personaje y su distanciamiento no sólo con las personas, sino con el mundo que lo rodea en general.

Rodada en 1970 inaugura la época de mayor esplendor del cineasta, ya que a ésta le seguirán " El Último Tango en París", " Novecento", o, en menor medida, " La Luna", convirtiéndole en uno de los directores más representativos de la década. "El Conformista" aborda como tema central los padecimientos de un hombre durante la dictadura de Mussolini, pero desde una perspectiva inusual: no se convierte en víctima del mismo, sino que por el contrario se ve obligado a convertirse en verdugo. Todo ello porque a pesar de no estar de acuerdo con lo que sucede, es incapaz de rebelarse contra ello. No podemos entender, sin embargo, que se trate de una película política al uso. No es estrictamente una película doctrinal contra el fascismo, sino que usa del fascismo para plasmarlo en una apabullante presencia escénica que empequeñece absolutamente al individuo hasta desproveerlo de su voluntad. No sabemos en qué rostros se encarna el poder político, que apenas aparecen durante la historia, sino que son grandes y desangelados espacios vacíos que desarman al individuo. No observa ni puede dirigirse a nadie, y sin embargo es él el que se siente dirigido y observado por todos. Estas imágenes son las que quizás más perduran de la película una vez vista, y de inmediato uno recuerda el vínculo que las liga con los escritos de Kafka. Es algo más que la protesta contra la dictadura imperante, es la representación del enanismo del hombre frente al estado. Además, ese conformista que se torna en verdugo ha de sacrificar a personas queridas por él, y el espectador apenas tiene esperanzas de que el protagonista vaya a negarse a cumplir su cometido.

Es magistral el modo en cómo lo cuenta Bertolucci: sin estridencias emocionales, casi borrando cualquier conato de expresividad, dos personas son asesinadas por alguien que no hace más que un trámite engorroso y necesario. Sabemos que el dolor le atenaza, pero ni siquiera tiene sentido mostrarlo. Cuenta pues, con escenas bastante interesantes y algunas digamos de verdadera obra maestra, la gran escena que transcurre en el restaurante, donde cara a cara bailan dos mujeres tanto opuestas como complementarias, es verdaderamente extraordinaria. Y en donde de verdad se ve la obsesión de Bertolucci con el cine clásico, ya que hasta incluso se puede ver una fotografía de Stan Lauren y Oliver Hardy, sin que nos explique los motivos. Fabulosa la fotografía a cargo de uno de los directores más influyentes y originales de la historia del cine, estoy hablando del romano Vittorio Storaro "El Último Emperador" también de Bertolucci, un hombre que durante 35 años de carrera se ha dedicado a la investigación para reinventar la fotografía cinematográfica desde distintas disciplinas, y aquí usando una gama de colores verdaderamente fabulosas, puesto que nadie como él nos ha enseñado tanto Paris, como Roma con ese misterio tanto profundo como desgarrador. Estupenda, como tiene que ser, y para no desentonar con la fotografía, la banda sonora, llevada a las órdenes de uno de los compositores que llegó a convertirse en uno de los preferidos de la "nouvelle vague", y uno de los favoritos del director François Truffaut.

En esta adaptación literaria, el filme aborda el concepto de traición y su correspondencia con la identidad moral de la lealtad. La influencia paterna y la facción psicoanalítica de la memoria están presentes en el retrato de un personaje principal que actúa desde el resentimiento. Guiado por un afán conformista, que desemboca en un comportamiento apoyado en la comodidad y en la falta de iniciativa, Clerici se convierte en la transfiguración del estado de ánimo reinante en la sociedad italiana. Bertolucci crea escuela con sus planos secuencia, con la composición de encuadres de una riqueza narrativa al alcance de muy pocos cineastas contemporáneos. Muy bien, si muy bien los actores aquí contratados por Bertolucci y encabezado por un impecable Jean-Louis Trintignant metido en el atormentado cuerpo de Marcello Clerici, ese intelectual que mantiene una "decorosa" vida social y se aviene al nuevo orden fascista sin saber muy bien cuales son sus motivaciones. Pero por dentro, su conciencia es un infierno que le hace cometer actos de indiferencia absoluta, reflejados en el personaje de su madre o, en el de su mujer, extraordinario Trintignant, y con él la bellísima italiana Stefanía Sandrelli como Giulia la esposa de Marcello, una mujer que solamente mantiene su matrimonio por la intensa relación sexual, y no por una verdadera comunicación personal entre ambos. Y junto a ellos, unos secundarios de campanillas, como por ejemplo: la francesa Dominique Sanda, la "veterana" griega y excepcional actriz, aunque quizá algo olvidada Yvonne Sanson, esta metida en el personaje de la madre de Giulia.

A pesar de no ser muy aficionada a los productos " de autor" de los 60 y 70, esta película es una de las pocas que me gustan de aquel periodo. Su enorme fuerza visual, su espléndida fotografía, su sensualidad y complejidad narrativa son imprescindibles para el acabado de la película y no meros alardes. Una obra densa, trágica, sensual, esteticista, pero que revela a un director indiscutible. Quizás como único defecto sería el encuentro homosexual que sufre el protagonista en su adolescencia, toda vez que puede diluir el verdadero sentido de la película y darle una torpe explicación psicoanalítica al comportamiento del personaje. Quizás también el único momento en que el erotismo entra de forma burda (algo que ocurriría recurrentemente en películas posteriores), pero no mitiga el brillante valor de la película. En definitiva, una estupenda película, no es de las mejores de Bertolucci como digo, pero es un filme con el que el director creó una escuela, puesto que logró gracias a sus planos y a sus encuadres, una historia que para si la quisieran muchos directores de la actualidad. Notable.

“Una verdadera obra original con delirios artísticos”

domingo, 9 de mayo de 2010

(500) Días con Ella

Director: Marc Webb
Año: 2009 País: EE.UU. Género: Comedia/Romántico Puntaje: 09/10
Interpretes: Joseph Gordon-Levitt, Zooey Deschanel, Geoffrey Arend, Chloe Grace Moretz, Matthew Gray Gubler y Clark Gregg

La película cuenta la historia de Tom (Joseph Gordon-Levitt), un joven arquitecto que trabaja en una empresa que diseña postales de felicitación. Allí conoce a Summer (Zooey Deschanel), una joven recién llegada a la ciudad que empieza a trabajar como secretaria. Tom, de carácter romántico-idealista, se enamora perdidamente de ella, pero Summer no cree en el amor, sino en la felicidad instantánea, el aquí y ahora, sin promesas ni expectativas. Esta sinopsis podría corresponder a cualquier historia, de esas que hemos visto una y mil veces, pero, gracias a un enfoque interno, pues toda la historia se cuenta desde la perspectiva de Tom, el personaje masculino principal, y mediante el montaje, Webb le da una vuelta de tuerca. Y esto es muy favorable, en un tiempo en que las innovaciones en el cine pueden contarse con los dedos de una mano y en un género tan encasillado, convencional y devaluado como la comedia romántica resulta de lo más refrescante tropezarse con “500 Días con Ella” atípica película de un director novel, especializado hasta la fecha en el rodaje de publicidad y vídeos musicales, una de las mayores y mejores sorpresas en cuanto comedia romántica se refiere.

Alabada por su forma, aunque criticada por su contenido, “500 Días con Ella” es para muchos una de las mejores comedias románticas que ha dado el cine norteamericano. Claro que en este caso no se trata de un producto hollywoodiense, sino de una producción independiente condecorada con la bienvista acepción juvenil de “indie”. Supuestamente un cine más realista, que no pretende disfrazar la realidad sino contar las cosas tal y como son. En esta ocasión, ya al principio, una voz en off resume a la perfección su planteamiento: “una historia de un chico que conoce a una chica, pero no una historia de amor”. ¡Pues vaya comedia romántica! pensaras. Qué no cunda el pánico, porque la historia tiene más tintes románticos de los que seguro esperaban retratar sus guionistas (Scott Neustadter y Michael H. Weber). Aunque “500 Días con Ella” escenifique el desamor, las connotaciones románticas que en ella encontramos son más que visibles. Que él se enamore de lo que ella representa es lo más romántico que existe. El amor no es racional. Si el raciocinio entrara en juego, más de la mitad de las parejas que existen no tendría sentido. Y esto es lo que se refleja en el filme.

Mientras el ingrediente romántico queda claro, ahora nos queda escudriñar el componente cómico. No creo que sea sencillo reírse de una situación a primera vista totalmente dramática. ¿Quién no ha llorado tras sufrir un desamor?. Pues bien, en esta ocasión, Marc Webb se las apaña para conjugar ironía con candidez y romance con desengaño. Sin duda alguna, director y guionistas consiguen pulir el componente mágico de la comedia y hacerlo relucir en este proyecto. Para ello, se mofan de una forma muy elegante del género del que intentan desmarcarse. Una muestra de ello es su peculiar utilización, entre el respeto y la mofa, de algunos tópicos del género. No hay película romántica en la que no exista una buena consejera, y en este caso no podía ser menos. La hermana del protagonista, de diez años, será la encargada de desempeñar este importante papel. Que nadie vea esta película pensando encontrarse con una obra maestra. Pero quizás sí con una historia que logra agrietar (que no romper) el molde con el que hasta el momento se fabricaban las comedias románticas. Es una película simple, con unos personajes simples. Sus vidas no difieren en absoluto de las de personas como cualquiera de nosotros y creo que eso es lo que al final ha triunfado entre el pueblo.

“500 Días con Ella” demuestra rotundamente que se puede seguir el molde (en este caso, el de la comedia romántica) y a la vez romperlo: un affaire destinado a acabar en desastre, anunciado en los primeros compases del filme, sobre gente mundana, una historia de las que pasan todos los días que nunca deja de ser especial. Todo ello sin ser nunca un filme de los que te escupen a la cara la realidad más pesimista. Al contrario: Marc Webb se las apaña para conjugar ironía con candidez, romance con desamor. Porque sin dejar de divertir en ningún momento, se nos cuenta una historia de lo más triste. Sin embargo, “500 Días con Ella” es una película dinámica, rápida, festiva y definitivamente divertida, y además muy bien rodada (con detalles como ese pequeño traveling hacia Tom, en el momento de su descubrimiento final). Webb no se deja llevar por la pueril retórica de indies o alternativos declarados como Diablo Cody y similares, ni tampoco por el croquis de la comedia romántica que ya tenemos memorizado. En su lugar, muestra una pasmosa autenticidad en los personajes y desarrollo, por mucho que la película esté organizada en episodios más o menos casuales y (aparentemente) escogidos al azar.

Ya estamos cansados de ver historias irreales que lo único que hacen es dañar a los infelices que se las creen y a los ingenuos que piensan que algún día vivirán lo que aquellos personajes. La realidad es más cercana a lo que en esta película se cuenta. Nadie, salvo Hollywood, ha dicho nunca que el amor fuera fácil. El desamor está al orden del día y en este filme se retrata a la perfección: “Una relación aparentemente feliz que un día se acaba de golpe y porrazo sin que el que es abandonado acierte a saber porqué”. Seguro que todos os sentiréis identificados. Marc Webb, director del filme, no puede ocultar en esta realización su experiencia en la creación de videoclips. La búsqueda de atmósferas, tonos y conexiones con el público plagan esta cinta de referencias musicales, cinematográficas, literarias y artísticas. Los amantes del “indie” disfrutaran de una banda sonora repleta de éxitos como “Los Smiths”, “Belle and Sebastian” o los “Pixies”. Por otra parte, el montaje no lineal de la cinta juega con el tiempo de manera magistral. El director explota la edición cinematográfica al máximo para revivir una historia tal y como la procesa el cerebro humano: con saltos temporales, recordando momentos en lugar de días. Y, como sucede en el mundo real, la memoria selectiva de Tom se centra en los recuerdos felices y desecha los malos, haciendo así más difícil su recuperación ante la exasperación de sus amigos.

Joseph Gordon-Levitt, por cierto, sabe otorgar lucidez e inteligencia a su cándido personaje, que en manos de otro podría haber resultado un lelo soñador. Y Zooey Deschanel, ayudándose del guión, nunca hace de su personaje la villana de la función, más bien al contrario. Porque la película se permite no pocas ambigüedades respecto al carácter de sus personajes, a pesar de ser siempre dulce y cercana. Me resulta imposible destacarles más bondades del filme, capaz por sí solo de demostrar que con una sola película como “500 Días con Ella” se puede levantar el alicaído género. Los últimos momentos que Tom y Summer comparten así lo atestiguan. El director retrata a la perfección los momentos claves de la relación entre estos dos seres, en la que amargura y el júbilo se mezclan con muchos sentimientos contradictorios. Una imagen cuidada, una correcta dirección de actores y un perfecto manejo de la cámara constituyen otros de los puntos fuertes de lo que es sin duda una realización bastante sobresaliente. Por lo demás, solo decirles, que es una historia fresca, ligera y entretenida y apta para aquellos públicos que estén dispuestos a ver una verdadera historia de amor-desamor.

"Ligera, encantadora y refrescantemente sincera pequeña película"

martes, 4 de mayo de 2010

Dr. Insólito o Cómo Aprendí a dejar de Preocuparme y Amar la Bomba

Director: Stanley Kubrick
Año: 1964 País: Inglaterra Género: Comedia Puntaje: 08/10
Interpretes: Peter Sellers, George C. Scott, Sterling Hayden, James Earl Jones, Keenan Wynn, Slim Pickens, Peter Bull, Tracy Reed y Jack Creley

Convencido de que los comunistas están contaminando a la nación americana, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear por sorpresa sobre la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de averiguar el código para detener el bombardeo. Para solucionar el problema, el presidente de EE. UU. se comunica con Moscú para convencer al dirigente soviético de que el ataque es un estúpido error. Mientras tanto, el asesor del presiente, un antiguo científico nazi, el Dr. Strangelove (Peter Sellers), confirma la existencia de la “Máquina del Juicio Final”, un dispositivo de represalia soviético capaz de acabar con la humanidad para siempre. Algunos directores afirman que su intención es entretener, otros pretenden hacernos pensar, los más osados aspiran a mostrar sentimientos que llevan dentro. Kubrick, siempre puso su arte al servicio de la humanidad. Y esta película es lo máximo que ha hecho porque a) se animó a satirizar la guerra nuclear cuando el peligro era inminente b) hizo reflexionar al mundo con un guión que fue analizado hasta en el Pentágono y c) cuenta con las actuación insuperable de Petter Seller. La verdad es que no se me ocurre ningún otro adjetivo para esta obra del maestro Stanley Kubrick, "Dr. Insólito". Para empezar decir que es excelente el tandem Kubrick y Sellers, que dentro del surrealismo y la metáfora cómica existe un fondo tremendo, una moraleja compleja y nuevamente (y creo que cada vez que veo un film de Kubrick me ocurre esto) adelantada a su tiempo. Vamos con los tecnicismos.

Y es que creo que Kubrick es grande en todos los sentidos, como guionista es genial. Lo demuestra una vez más con un libreto que escribe junto a Terry Southern. Su contenido surrealista llevando a Kubrick a adentrarse en la sátira mas perfecta que he visto sobre el tema bélico desde "El Gran Dictador", convierten las tramas entrelazadas a tiempo real sobre el conflicto mas absurdo que puede ocurrir (y en cierto sentido podría pasar así) en algo extraordinario. La manera de centralizar todas las tramas en el consejo de guerra y a partir de ahí mostrar, por un lado, la historia de un avión que parte a lanzar las bombas, y la del cuartel militar que llega a volar por los aires, es fantástica. Kubrick se permite el lujo de crear situaciones extremadamente cómicas, absurdas (como la conversación de los fluidos que tiene Sellers con el comandante, que por cierto, en el DVD viene sin doblar, una escena censurada por el contenido erótico...) y con un contenido moral impresionantes. Desde la crítica más dura a los Estados Unidos (ya que en parte el filme es anti-guerra a mi parecer) y su incompetencia en aquellos tiempos donde cualquier cosa era comunismo extremo. La amistad casi gay de los presidentes de los países rusos y norteamericanos, lo facha de un par de personajes, todo esta increíblemente criticado con una clase tremenda. Y que decir el final, quizás la palmada en la espalda de Kubrick, con unas tomas de la bomba atómica realmente impresionantes, que nos ponen en órbita, diciendo que aunque Kubrick se lo tome a risa, el tema era serio en su mente (como el drama político que fue en principio el borrador del filme, evolucionando en comedia).

Un guión cómico perfecto, de escuela, con unos diálogos muy estudiados y técnicamente meticulosos, pero que a su vez, beben de las excelentes improvisaciones de ese siempre genial (mi cómico favorito) Peter Sellers, con grandes frases que pasarán a la historia del cine (su secuencia final, en la que habla de la preservación de la especie y su posterior "milagro" es para sorprenderse). Perfecto. Reparto. tres palabras por cada personaje, SELLERS, SELLERS y SELLERS, no busquen más, esta película es la película de y para este actor, este cómico de inagotables registros, de un humor genial, sublime. Peter Sellers hace tres personajes, el primero, un ayudante del servicio británico del comandante estadounidense, temeroso y en parte neurótico, excelente interpretación y con un par de escenas que me parecieron sublimes (la que simula tener una pierna falsa, o la de la máquina de coca-cola, son para no parar de reir). El segundo, el presidente de los Estados Unidos, un personaje de una coherencia y seriedad impuestas por Kubrick (al principio, Sellers lo interpretó con problemas de respiración, con un inhalador, pero debido a la risa de todo el equipo, Kubrick decidió quitar ese detalle). Y el tercero, quizás el mejor, el más cómico y carismático que da título el filme, el Dr. Strangelove, un ex partidario del régimen nazi con una mano descontrolada (y que se marca las mejores partes) y que va en silla de ruedas, excelente Sellers, como curiosidad, decir que iba a hacer un cuarto personaje (uno de los hombres del cuerpo de aviación dentro del avión) pero Sellers se peleó verbalmente con Kubrick, y en un despiste se cayó del set del avión a cinco metros de altura, lesionándose la pierna y siendo sustituido por otro actor.

El resto de actores, excelentes, destacando a George C. Scott, haciendo de representante militar en el consejo de guerra, un personaje facha y belicista a tope, pero que tiene esa tonalidad de niño con un juguete que da escenas realmente graciosas (una en la que su amante, Tracy Reed único papel femenino y tremendamente explosiva en su escena, le llama por el teléfono rojo de la sala, genial). Slim Pickens, haciendo de cowboy aviador, con su escenaza al final con la apertura de las compuertas de las bombas, donde realmente me emocione. En fin, no puedo olvidar a Sellers, es que esta película es suya y de nadie más, el mejor..., Buen reparto. En el apartado técnico, una vez más Kubrick es el genio visible, el genio indiscutible de su excelente técnica tras la cámara. Creo que tras ver los fantásticos documentales que trae el DVD (recomiendo verlos) entiendo el uso de la cámara obsesivo del señor Kubrick. El uso de la foto-fija (la cámara fija), como lo llaman sus amigos, se usa de forma constante, pero el dinamismo es increíble, desde las escenas dentro del avión y las escenas de batalla rodadas a cámara al hombro son ejemplo del uso de todas las técnicas posibles, para rematar con unos planos donde los travelings inacabables le dan ritmo a algunas conversaciones (el uso de esta técnica sale en todas las películas de Kubrick), excelente dirección. La fotografía, en blanco y negro, elegante y con un equilibrio muy alto de contraste, queda estupendamente (otra curiosidad, Kubrick puso un mantel verde en la mesa del consejo de guerra, el director de fotografía le dijo que al ser en blanco y negro no importaría ese detalle, Kubrick añadió, claro que sí, quiero que los personajes representen que están jugando una partida de póker).

Es un filme suma los géneros de comedia, bélico y ciencia ficción. Se sirve de un ácido humor negro. Construye una sátira mordaz del comunismo, fascismo, belicismo, pacifismo, militarismo, los políticos, los asesores de los políticos y la alta tecnología aplicada con precipitación a usos militares. Añade ironía, sarcasmo y farsa. La figura del poco competente presidente norteamericano guarda similitudes con la del Ministro del Interior de "La Naranja Mecánica". Escuché una vez, que no se puede disfrutar ni admirar la magnificencia del cine sin el contexto categórico que lo liga. Existen muchas formas de hacer las cosas para la gran pantalla, y una de ellas es hacerlo bien. El estudio y el trabajo anterior del filme puede conseguir, como es el caso, maravillas. Entre ellas que millones de espectadores se queden petrificados en las butacas al ver personificada la realidad en la que les ha tocado vivir. Si hoy resulta envolvente y desasosegante ¿que fue de aquellos venidos en gracia que entraron a su estreno en plena guerra fría? y ¿que fue del presidente de Estados Unidos cuando la vio en su "pantallita" de la casa blanca? Kubrick nos marca un tema, que ha venido siendo concatenado en su películas, "el sistema frente al individuo". En "Senderos de Gloria" veíamos como el sistema involucraba a sus mandatarios a expensas de su propio orgullo en deferir en sus superiores hasta que era el último de la fila el que "pagaba el pato". En “2001: Odisea en el Espacio” es el instrumento, llamemosle HAL el que pretende imponerse a los tripulantes de la nave, ese mismo instrumento por el que hoy los humanos se conocen por lo que son. Esta vez, y marcando claramente de que se trata de la guerra fría será el "arma definitiva" así como "el plan R" lo que se vuelva contra sus creadores... lo que vengo diciendo, sin más dilaciones, niños jugando con juguetes que los superan. La película aporta dos conjuntos de imágenes inolvidables: la del mayor Kong montado sobre la bomba H y las de la sala del Consejo presidencial. Es el único gran trabajo de Kubrick rodado como comedia.

Sin lugar a dudas una de los mejores comedias de todos los tiempos dirigida por el genial Kubrick quien nunca dejó de sorprendernos con cada nuevo mastodóntico proyecto que iniciaba. La banda sonora, genial, sobretodo con los temas que abren y cierran el filme, muy acertados. Quizás lo que menos me gustó fue el montaje, le vi algunos fallos de ritmo, pero aún así creo que no empalaga para nada. Las escenas que destaco: La conversación entre ambos presidentes por teléfono, con un Sellers improvisando todo el diálogo. La escena final del Dr. Strangelove y la bomba atómica, la escena de la máquina de refrescos, y la curiosa escena donde aparece la chica, que a mi me pareció tremendamente erótica. Miremos el contenido interno del filme, en fin es una comedia estupenda, tremenda, pero quizás lo alentador, lo que Kubrick nos enseñó es que la vida merece ser vista con ojos cuidadosos, que todo puede ser tan surrealista (la peliase iba a estrenar el mismo día que mataron a Kennedy, toma ya...) y tan real a la vez que esta película ya es una obra que adelantó mucho, yo se la pondría a Bush, para que viera realmente lo que hacemos con el mundo. Una obra maestra de Kubrick, este hombre no tiene películas malas, increíble.

“Una de las mejores comedias de todos los tiempos”

sábado, 1 de mayo de 2010

La Tumba de las Luciérnagas

Director: Isao Takahata
Año: 1988 País: Japón Género: Animación/Drama Puntaje: 10/10
Productora: Studio Ghibli

Japón, Segunda Guerra Mundial, El joven Seita y su pequeña hermana Setsuko son hijos de un oficial de la marina japonesa. Ambos viven con su madre, pero un día, en un bombardeo, ellos se retrasan y no consiguen llegar al bunker donde ella los espera. Después del bombardeo los dos hermanos buscan a su madre, y Seita la encuentra muy malherida en la escuela que ha sido convertida en un hospital de urgencia. Poco después la madre muere y, tras una breve estancia en casa de su tía, ambos vagarán sin casa y sin rumbo, en una época donde la comida y la ayuda escasean. Todo un clásico de la animación de la factoría japonesa Ghibli. Una historia de supervivencia que obtuvo excelentes críticas en todo el mundo. “La Tumba de las Luciérnagas” es, sin duda alguna, la película que uno debe hacer ver a cualquiera a quien esté intentando convencer de que la animación, en contra de la opinión general por desgracia aún tan arraigada en Occidente, no es sólo cosa de niños pequeños.

Basada en una novela corta semi-autobiográfica del mismo título de Akiyuki Nosaka, se trata de una de las películas de animación más duras, despiadadas, crueles y deprimentes habidas y por haber (junto con la producción británica “Cuando el Viento Sopla”, otra joyita de la que tengo que hablarles algún día, si es que sigo con este especial) y quizás el alegato antibélico más convincente que nos podemos echar a la cara. Y esto resulta más chocante aún cuando descubrimos que es una película del mismísimo Studio Ghibli, los creadores de obras tan llenas de vida y optimismo como “Mi Vecino Totoro” y la más reciente “Ponyo: El Secreto de la Sirenita”. Sin recurrir a escenas de violencia gráfica explícita ni a abusar de las secuencias bélicas (que apenas las hay, ya que NO ES una película bélica, sino un drama) nos muestra con toda su crudeza lo peor de la guerra y cómo inevitablemente los que más afectados resultan por ella son la gente común y corriente, y muy en especial los niños. Vemos cómo el tener que pensar más que nada en la supervivencia propia, sin tener tiempo de preocuparse por los demás ni de mostrar afecto o solidaridad siquiera por alguien de la propia familia, hace que las personas saquen muchas veces lo peor de sí mismas, incluso aunque sea sin verdadera mala intención sino forzadas a ello por las circunstancias (la tía de Setsuko y Seita realmente no puede decirse que actúe así con ellos dos porque sea una mala persona).

Y cómo, análogamente, el hermano mayor se ve forzado a intentar madurar de golpe al haberse quedado los dos prácticamente solos en el mundo y tener que hacerse cargo de su hermana, lo que les lleva a tomar decisiones trágicamente erróneas (por muy mal que les tratara su tía, la decisión de Seita de irse a vivir solo con su hermana al refugio, aunque bienintencionada, es de una irresponsabilidad sin límites y prácticamente supone el camino a la desgracia de ambos). Algo completamente lógico, por otra parte, porque no son más que eso, niños, que sufren las consecuencias de una situación dramática e inhumana de la que ellos no tienen ninguna culpa. Tanto es así que por momentos parece como si Takahata se quisiera cebar con nosotros por el hecho de centrar todo el sufrimiento en dos niños indefensos, pero es que de hecho, insisto, se trata de una visión de la situación completamente lógica y realista y creo que así, y no de otra manera, es como había que mostrarla. Este mensaje llega al espectador de una forma directa, sin andarse con rodeos, pero sin recurrir a la lágrima y la sensiblería fácil. No se escatiman escenas de gran dureza visual (la muerte de la madre de los niños), pero también, entre tanta desgracia, se agradece que nos encontremos con momentos, digamos, de relax, principalmente escenas familiares entre los dos hermanos en las cuales se ve lo mucho que se quieren y cómo, a pesar de todo, siguen siendo niños y no pierden ocasión de demostrarlo en cuanto la guerra les deja un respiro.

Aunque así y todo no deje de recordarles que sigue ahí presente (la escena de la playa, por ejemplo). Como he apuntado anteriormente, la tensión y la sensación de "mal cuerpo" va creciendo exponencialmente a medida que avanza el argumento y vemos cómo los personajes cada vez van sufriendo más, y cómo el estado de Setsuko se va deteriorando por momentos. Y cuando finalmente se produce ese desenlace que todos conocíamos desde el principio, el mazazo es brutal. Nadie que se considere mínimamente sensible puede ver esa escena tan lamentable, probablemente una de las más dramáticas y crueles que se habrán podido ver nunca en una película de animación, sin que se le quede grabada a fuego de por vida y sin estremecerse por las palabras de la pobre niña, ese desgarrador "oniichan, ooki ni" (gracias, hermanito) pronunciado apenas con un hilo de voz. Gráfica y técnicamente la película cumple a la perfección, sin alardes innecesarios. La banda sonora, a cargo de Michio Mamiya, también se integra perfectamente en la historia y el conjunto es verdaderamente sublime. Es una de esas películas cuyo visionado puede decirse que es obligatorio para todo aficionado al cine, con independencia de géneros y que a uno le guste más o menos la animación, ya que verdaderamente trasciende mucho más allá de todo eso.

“La Tumba de las Luciérnagas” podría tranquilamente entrar en una de esas listas que tanto nos gustan sobre las películas más tristes que hemos visto. Su historia, sin ningún tipo de concesión, alcanza una dureza que se vuelve insoportable. Y sorprende gratamente el hecho de encontrarnos ante un filme de animación, una animación hoy en día primitiva, pero grandiosa en niveles de perfección, pero que curiosamente y debido a la sobriedad de lo que narra, uno no se la imagina de otra manera. Pienso que si hoy hicieran un remake del filme (y que conste que ya existen dos en imagen real) realizado con las últimas técnicas de animación, sería una equivocación. Porque esta es una película que llega al corazón como pocas, pero que a diferencia de la gran mayoría, ésta tiene la particularidad de desgarrarlo, de dejarlo casi sin vida y totalmente huérfano, como los personajes centrales del filme. Habla de la niñez rota, de la violación de la inocencia, de la crueldad humana, del desinterés y el egoísmo en tiempos de guerra. Se supone que en los momentos más difíciles de una persona, sobre todo si el contexto es una guerra, lo mejor del ser humano tendría que salir a flote. En la película los únicos que parecen seres humanos son los dos hermanos protagonistas, y sólo porque hasta cierto punto no se dan cuenta de la desgracia que les ha tocado vivir. Pero todos aquellos que les rodean parecen pertenecer a otra especie de vida, a una en la que la indiferencia y la insensibilidad son las propiedades reinantes. Y si a ratos, la extrema dureza del filme parece ser un ensañamiento sin compasión con el espectador, por el hecho de que los dos personajes centrales sean dos indefensos niños, ésta tiene su lógica por el hecho de que en toda guerra, las peores víctimas en todos los aspectos son precisamente los niños.

Isao Takahata narra con esa sencillez típica de los grandes clásicos, al más puro estilo de John Ford o de Yasujiro Ozu, sin cargar las tintas en los momentos emotivos, y haciendo grande una historia pequeña. Y hablando de emoción, podríamos decir que todo el filme en sí mismo es un bloque emotivo, angustioso, cruel, en el que no hay ni un sólo punto álgido que destaque por encima de los demás, como suelen hacer en otras películas, una emoción contenida, verdadera, sincera, directa, que viste la narración sin ningún tipo de artificio o filigrana argumental, de esas que engañan al espectador para llevarlo al borde de la lágrima. Aquí se está al borde de la lágrima continuamente, y uno nunca se siente manipulado porque el filme no cae ni un sólo momento en la sensiblería barata, algo en lo que le hubiera resultado muy fácil caer. El visionado de “La Tumba de las Luciérnagas” es algo difícil. Se podría decir que este filme sólo es apto para estómagos fuertes, pero sin embargo pienso que esta película debería ser vista por todo el mundo, por mucho que a algunos les resulte insoportable. Su historia trasciende los límites del propio medio en sí, y aunque enfrentarse a ella más de una vez puede resultar totalmente desesperanzador dada la visión que del ser humano da, creo que es una de esas películas necesarias, de ésas que no saben ni conocen de fronteras, como la naturaleza del verdadero arte, pues en su ilimitada fuerza que hace que sea comprensible para cualquier persona en cualquier parte del mundo, reside todo su encanto y su única razón de existencia.

“Una maravillosa historia que te romperá el corazón"