lunes, 5 de abril de 2010

Extraños en el Paraíso

Director: Jim Jarmusch
Año: 1984 País: EE.UU. Género: Drama/Comedia Puntaje: 09/10
Interpretes: John Lurie, Eszter Balint, Richard Edson, Cecillia Stark y Danny Rosen

Willie (John Lurie), un joven que vive junto a su amigo (Richard Edson) en New York, recibe la visita de su prima(Eszter Balint), que ha llegado de Budapest recientemente. Tras pasar unos días en el apartamento de su primo, ella decide ir a vivir a la fría ciudad de Cleveland, con su tía. Al cabo de un tiempo, Willie y su amigo, casi socio en sus negocios, se toman unas "vacaciones" para visitar a su prima y emprender un viaje lleno de sorpresas. El segundo filme de Jim Jarmusch y su auténtica revelación ante la crítica especializada, obteniendo diferentes premios. 3 actores y un puñado de figurantes, 8 técnicos, menos de 3 semanas de rodaje y muy poco dinero son suficientes para crear una pieza clave dentro del underground americano. La historia es tediosa, claustrofóbica, lenta, aburrida... sólo si se ve con los ojos cerrados (metafóricamente), si uno opta por abrirlos se encontrará con un desgarrador relato sobre una juventud perdida, sobre unos ideales olvidados. Jarmusch nos regala este cuento sobre los desheredados, sobre lo oscuro de la vida y sobre el negro futuro que la sociedad va fabricando poco a poco a medida del 99% de la gente. Hermosa, triste, sobria, con una excelente fotografía y una banda sonora que acompaña perfectamente el metraje, "Extraños en el Paraiso" es una de las grandes películas independientes de la década de los 80, y una obra capital para la filosofía beat. Además es una sórdida crítica de los paraísos artificiales que ofrece el mundo occidental, a través del retrato de sus afueras, sus costumbres, su estilo de vida y hasta de su comida.

Si se observa la vida de una persona y no ocurre aparentemente nada, ¿se puede encontrar algún tipo de placer? Cuando uno ve la película de Jim Jarmusch “Extraños en el Paraíso”, inmediatamente, se hace esa pregunta. “Extraños en el Paraíso” es especial porque resulta interesante sin que en la película ocurra algo realmente llamativo a primera vista. Los dos personajes masculinos, Willie y Eddie no son ni guapos ni inteligentes. Más bien son todo lo contrario. No tienen ningún tipo de trabajo en particular y sus únicos entretenimientos son apostar en las carreras de caballos e ingerir comida basura. Willie y Eddie no son héroes: son personajes muy sencillos que deambulan sin ninguna meta fija vestidos como Belmondo en “Al Final de la Escapada”. Su vida es completamente gris. El tercer personaje principal es Eva, una joven húngara, prima de Willie. Eva vuela a Nueva York con la esperanza de encontrar un nuevo mundo pero su viaje, como una de las primera escenas de la película en la que camina por los tristes suburbios neoyoquinos, resulta ser una tremenda ironía: el sueño americano es una falsa ilusión. Los EE.UU. son el lugar donde los sueños se hacen realidad, pero lo único que encuentra es la monótona y aburrida vida de su primo, que hace tiempo que olvidó su pasado europeo, y a su amigo Eddie. Los personajes protagonistas son observados con un extremado distanciamiento, a lo que contribuye el uso exclusivo de planos generales. Nada sabemos acerca de ellos, ni acerca de sus intereses o necesidades. Se podría decir que son personajes del momento; no plantean expectativas más allá de lo que dura la secuencia. Esta particularidad provoca el que no sea fácil un proceso de identificación por parte del espectador.

“Extraños en el Paraíso” muestra la vida de estos tres personajes en tres lugares diferentes. Primero en Nueva York y, un año después, en Cleveland y Florida. Aunque los personajes viajan, nada cambia como observa Eddie en un momento de la película. Los barrios neoyorquinos, los paisajes nevados de Cleveland o las playas de Miami Beach parecen ser exactamente el mismo lugar. Jim Jarmusch reflexiona así sobre la juventud, aunque nada verdaderamente interesante ocurra alrededor de estos tres jóvenes. “Extraños en el Paraíso” indaga en las motivaciones de la juventud, pero resulta tremendamente difícil encontrar unos ideales definidos en los personajes de la película, especialmente en los masculinos. Eva, de algún modo, es más refrescante, pero sería un error describirla como una chica rebosante de alegría. No le gusta la ropa llamativa y no es algo fruto de la casualidad. Aparte del comportamiento de los personajes, la película carece de argumento alguno sin que ello importe. Lo interesante de la película de Jarmusch es su habilidad para enseñar pensamientos post-adolescentes contradictorios como la sensación de que todo ocurre muy lentamente, aunque al mismo tiempo, se observa como la juventud se desaprovecha. Uno espera algo, pero no tiene ningún tipo de idea acerca de ese algo. “Extraños en el Paraíso” estructura su narración en forma de road movie sobre todo a partir de la segunda parte de la película. El viaje se convierte en el motor principal de la acción desde el momento en que Willie y Eddie deciden reunirse con Eva en Cleveland. Sin embargo, la noción de viaje se encuentra latente a lo largo de todo el filme desde la primera secuencia.

“Extraños en el Paraíso” obtuvo inmediatamente un enorme éxito de crítica; fue premiada con la prestigiosa Camera d'Or del Festival de Cannes y reconocida desde entonces como una de los obras insignia del denominado cine independiente norteamericano. Vista hoy, la película de Jarmusch no ha perdido un ápice de su frescura ni del subversivo espíritu juvenil con que fue concebida, y su propuesta estética sigue siendo considerada una de las más audaces del cine contemporáneo. Lo que, en un primer momento, más llama la atención al espectador de “Extraños en el Paraíso” es el carácter discontinuo de su relato. Como hemos señalado, la película está dividida en tres partes separadas por el rótulo que les da título. Cada capítulo, a su vez, se compone de planos secuencia, con una duración que fluctúa entre unos pocos segundos y varios minutos, separados entre sí por cuadros en negro. El filme se conforma como la suma de 67 planos secuencia, todos ellos planos generales y casi todos filmados desde cámara fija. Aunque la discontinuidad es algo consustancial a la propia naturaleza del acto cinematográfico, pocas veces como hasta ahora en la historia del cine se había revelado con tanta nitidez la incapacidad del medio para reproducir la totalidad de una realidad. Sus planos se nos aparecen como trozos, como pedazos aislados (cosa que, por otra parte, un plano nunca deja de ser, a pesar de que el montaje habitualmente sea utilizado para disimularlo).

Jarmusch desecha los métodos tradicionales del cine clásico, que ofrecen una ilusión de transparencia y linealidad en la narración a través de una concepción decimonónica del relato y del montaje invisible, para volver a experimentar las sensaciones de los primeros cineastas. El espectador es mantenido siempre en una posición de exterioridad con respecto a lo sucedido en la pantalla y no se le involucra mediante el habitual sistema de descomposición de la acción en planos-contraplanos, primeros planos ... La sucesión de los planos secuencia está regida por una progresión cronológica en la presentación de los hechos, aunque estos no suscitan un desarrollo dramático tal como se nos suele proponer convencionalmente: se privilegian los tiempos muertos (los personajes viendo la televisión, durmiendo, caminando, esperando...) en aras de filtrar lo incidental, de hacer un relato más cercano a la vida y, en definitiva, menos anecdótico. Esta desdramatización va unida necesariamente a un trayecto narrativo abrupto, en el que la ilusión de continuidad se ve sustituida por una sensación de incompletud. Los planos, como si fueran una colección de fotografías, se resisten a establecer un fácil encadenamiento narrativo; los cuadros en negro aíslan un plano secuencia de otro, elidiendo una determinada causalidad entre los planos, pero también confiriendo a las imágenes un valor de autonomía con respecto al conjunto de lo narrado.

Por otra parte, los escenarios que aparecen en la película tienen bastantes características comunes. Todo parece formar parte de un mundo desertificado y fantasmal; apenas sale gente aparte de los tres protagonistas; las calles están vacías y la constatación de la forma de vida norteamericana queda reducida a sus símbolos más reconocibles: el local de comida rápida; los grafittis en las paredes; los rótulos publicitarios o los programas televisivos. En este retrato se plasma el universo de alienación en que se encuentran sumidos los personajes. A pesar de que sea imposible olvidar algunos fotogramas en blanco y negro de Tom DiCillo, puede resultar costoso apreciar “Extraños en el Paraíso” desde un primer momento. Sin embargo, cuando uno se decide a ver la película una segunda vez, poco a poco, crece un sentimiento de melancolía y, finalmente, se acaba encontrando belleza en la vida de unos personajes marcados por la nada. La observación de la manera de vestir de los personajes o de su actitud relajada acaba siendo un misterioso placer, aunque uno nunca soñó de pequeño con ser como alguno de los protagonistas de la película. “Extraños en el Paraíso” es puramente humana y se muestra la vida como se puede pensar que es en determinados momentos: poco excitante pero, paradójicamente, bella. Una idea resumida a la perfección en el título original: “Stranger than Paradise” más extraño que el paraíso.

"Una agradable sorpresa, película hermética"

4 comentarios:

  1. Ninguna otra película anterior que yo haya visto había tratado tan directamente el sentimiento nihilista, de vacuidad, que puede tener un personaje confuso, perdido en un mundo que no entiende, que atiende a una lógica que resulta ajena, y en el que por tanto no es capaz de encajar, condenado a una cierta marginalidad. La magnífica fotografía en B/N, distante, fría, contundente, da una visión desangelada del "ese otro EEUU" que hace una grán película de lo que podría haber sido una historia de apariencia vacía.

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  2. Hay pocas películas que describan tan bien el termino"cine minimalista" como "Extraños en el paraíso". Pero el film no es minimalista por estar hecho con cuatro perras (que lo está) si no que es minimalista de argumento y de realización. Jarmusch nos cuenta una historia de lo más sencilla y anécdotica (una chica hungara llega a América y se instala con su primo) y lo hace de la forma más sencilla posible: cada escena es un plano secuencia (pocas veces un montador tiene tan poco trabajo) y ya está. ¿Y cómo es posible que esto funcione? Pues con un argumento cercano y sin pretensiones, con unos diálogos simpáticos y ocurrentes, con unos planos bien elegidos y con unos personajes entrañables y carismáticos que consiguen que la historia que se nos está mostrando entretenga y capte nuestra atención. Es un tipo listo el Jarmusch ya que... ¿por qué empezar tu carrera en el cine creyendo que eres un Orson Welles cuando de las cosas más sencillas se pueden hacer grandes cosas?

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  3. La película me ha gustado, pero no sé, me esperaba bastante más, sobretodo después de haber visto Down By Law. Para mi gusto podría haber tenido mucho más encanto del que tiene, se podrían haber aprovechado mejor momentos que se quedan un poco a medio camino. Aún así es entretenida y tiene cosas muy buenas.

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  4. Impresionante historia con el humor Jarmuschiano por excelencia. Es entrañable a la par que graciosa, parece a simple vista que no cuenta nada de nada, que no pasa nada. El ritmo es muy lento. Y casi siempre nos percatamos de solo ver pasar en el filme, el paso del tiempo. Pero en el fondo habla sobre lo solos que nos encontramos y que muchas veces tenemos que encontrar a algún otr@ para refugiarnos. Es decir, que la soledad es sólo un efecto efímero por excelencia en el ser humano, y que tarde o temprano la necesidad nos lleva a conocer a alguien más. Es ahí cuando se despierta los mejores sentimientos que llevamos dentro de nosotros. Y también, la capacidad de despertarnos aquella extrañeza por todo. Incluso por el paraíso. Una Obra Total. Formidable. Estupenda.

    (Andrés Estalvi)

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