martes, 30 de marzo de 2010

La Pasión de Cristo

Director: Mel Gibson
Año: 2004 País: EE.UU. Género: Drama/Religión Puntaje: 08/10
Interpretes: Jim Caviezel, Monica Bellucci, Maïa Morgenstern, Francesco Cabras, Rosalinda Celentano, Claudia Gerini, Sergio Rubini y Hristo Jivkov

Año 30 de nuestra era. En la provincia romana de Palestina, un misterioso carpintero judío llamado Jesús (Jim Caviezel) comienza a enseñar públicamente y a anunciar la llegada del "reinado de Dios". Durante siglos, el pueblo judío había esperado la aparición del prometido libertador conocido como el Mesías, un personaje que les devolvería su antigua dignidad, y les liberaría su patria sagrada de todo mal y sufrimiento. En las mentes de muchos, Jesús parecía ser el Mesías. Rodeado de un grupo central de doce discípulos, Jesús comienza a atraer a una multitud masiva de seguidores de los pueblos de Galilea y Judea, quienes le alabarán como su Mesías y su rey. Al mismo tiempo, Jesús tenía también muchos enemigos en Jerusalén. El Sanedrin, el consejo de gobierno compuesto por los sacerdotes judíos y los fariseos más influyentes, conspira para condenar a Jesús a la muerte. Con la ayuda de Judas Iscariote, un miembro del círculo íntimo de Jesús, el sanedrín logra arrestar a Jesús, entregándole a las autoridades seculares romanas acusándole sin fundamento de traición contra Roma. Aunque Jesús les explicaba que su reino era celestial y espiritual, el procurador romano Poncio Pilato, enfrentado con la posibilidad de un motín, ordena expulsar a Jesús de la ciudad y que le crucifiquen como a un vulgar criminal. Después del gran filme “Corazón Valiente”, Mel Gibson volvió a la dirección con este titulo que causo mucha conmoción a nivel mundial.

El director australiano ha pretendido mostrar los hechos tal y como sucedieron, llegar al espectador para suscitar emociones y sentimientos religiosos, y mover a la reflexión sobre una realidad la necesidad de mirar a Dios, que considera que sigue siendo actual en el interior de cada persona. Para ello, entre las muchas opciones que se le presentaban, ha desarrollado una estética hiperrealista, donde la crudeza de las situaciones y lo explícito de la puesta en escena hacen que se nos ofrezcan momentos de mucha violencia, sangre y dolor. Alguno ha visto en ello un exceso de crueldad cuando no un sadismo que se regodeaba en cada latigazo, golpe o humillación. Son los mismos que no han entendido el trasfondo de la Pasión, algo con lo que el mismo demonio tienta a Cristo al decirle que “los pecados son un peso demasiado grande para que un solo hombre lo lleve”. La sobria y portentosa interpretación de Jim Caviezel, sus miradas llenas de humanidad y de perdón, dejan ver ese sufrimiento excesivo como algo asumido voluntariamente y como muestra de otra realidad superior, el amor por el hombre; de esta manera, la violencia deja de ser gratuita y el extremo dolor encuentra su sentido. La historia es conocida por todos, y eso podría convertirse en un lastre para el director. Sin embargo, consigue mantener la atención gracias a una puesta en escena vigorosa con la que dota de alma a sus personajes hasta convertirles en personas que sufren soledad y dolor, padecen dudas y remordimientos, o experimentan la conversión de sus vidas. Con ello, demuestra una buena dirección de actores y también saber trascender la tortura o muerte de un individuo hasta encontrar su sentido espiritual y atemporal.

Gibson piensa que el hombre del siglo XXI necesita de un Dios humano y próximo, como de una pauta con la que conducirse, y por eso la película habla a la conciencia del espectador creyente y también al materialista, al político oportunista y a la masa que es manipulada, al dirigente orgulloso y al frívolo..., arquetipos que tienen su correlato en la historia contada. El director consigue captar ese espíritu humano y espiritual gracias a una atmósfera muy cuidada, que se apoya en una rigurosa y profunda documentación histórica y teológica, y a la que contribuye su exhibición en versión original en arameo, hebreo y latín, como una manera más de meter al espectador en la misma realidad de hace dos mil años. Sin embargo, esa búsqueda de la veracidad no le impide recurrir a símbolos la muerte o el demonio adoptan figuras humanas o a una fotografía inspirada directamente en el tenebrismo “caravaggiano” y a la que dota de un significado preciso para reflejar cómo la luz, Cristo se abre camino entre las tinieblas. De la misma manera, la música se convierte, en manos de John Debney, en elemento fundamental que envuelve al espectador para llevarle de la violencia del sacrificio al amor que lo justifica, de lo humano a lo divino. También el montaje sirve de contrapunto a tanto drama para oxigenar y dar sentido a esos padecimientos, con abundantes y breves flashbacks llenos de recuerdos y lirismo, introducidos por unos oportunos encadenados.

Pero lo que Gibson busca por encima de todo es mostrar nuestra humanidad unas veces ensalzada por el amor o por el sentido divino de la existencia, y otras embrutecidas por la hipocresía, la envidia o la soberbia, así como su conexión con lo espiritual. Por eso son frecuentes los primeros planos de rostros que dejan ver un espíritu lleno de compasión que es piedad, de dolor que supone el amor, de remordimiento que lleva a la desesperación o al arrepentimiento, o de soberbia que acaba en sadismo. Abundan personajes como el de Pilatos excelente Hristo Naumov Shopov, que con pocos planos quedan perfectamente retratados en sus matices, gracias a soberbias interpretaciones. Entre todas ellas, aparte de Caviezel, destaca el protagonismo que coge Maia Morgenstern en el papel de la Virgen María: la contención de su semblante en tan dolor-sas circunstancias, su carácter sufriente en lo humano, su amor y respeto por los planes divinos o su sentido maternal alcanzan el punto álgido en la escena del encuentro con su Hijo camino del Calvario, con un flashback que nos lleva a una infancia llena de ternura y afecto. Dejando todos estos temas a un lado, tambien es loable la labor que hace Monica Bellucci en el papel de María Magdalena, lo que en verdad encontrará el espectador en esta arriesgada cinta es una historia en la que uno va involucrándose poco a poco, desapareciendo según avanza el metraje esa inicial sensación de indiferencia que parece adueñarse de nuestros ánimos. Así, la tenebrosidad y la morosidad con la que Gibson relata el prendimiento de Jesucristo en Getsemaní pronto se ve interrumpida por la humanidad del hijo de María, tal y como se puede comprobar cuando éste restaña la herida en la oreja de uno de los que han acudido a aprehenderlo y que ha sido producida por la espada de uno de sus discípulos.

Puede que Mel Gibson no supere la brillantez de algunas otras cintas que hablen sobre Cristo, pero no hay duda de que la repercusión y el debate que "La Pasión de Cristo" ha producido en diversos medios de comunicación puede llegar a eclipsar sus abundantes virtudes. Por ello, quiero dejar claros tres asuntos: el filme no es en absoluto antisemita, pues resultaría risible juzgar desde la mentalidad actual el comportamiento de unas cuantas personas cuyas vidas transcurrieron hace ya unos cuantos siglos (de hecho, y sin remontarnos tanto en el tiempo, ¿acaso se denigra a todos los alemanes cada vez que alguien habla de las atrocidades de Hitler?); por otro lado, habrá gente que desprecie la cinta por su religiosidad, descalificándola incluso por el declarado y respetable conservadurismo de Mel Gibson situación que se dará especialmente en una gran parte de los creadores de opinión de algunos medios de comunicación; finalmente, "La Pasión de Cristo" muestra escenas de gran crudeza, cierto, pero, en contra de lo que en principio uno pudiera pensar, éstas se intercalan con otras de un arrebatador intimismo, cobrando sentido el suplicio de Jesús y su mensaje, pues sus palabras de amor se entre-mezclan con la sangre y la tortura. En la cinta hay detalles que bien pudieran pasar desapercibidos pero que el director resalta con acierto (ver, por ejemplo, el momento en el que Barrabás se muestra jovial tras su liberación, cruzándose luego sus ojos con los de Cristo y borrándose entonces la sonrisa de su boca, sabedor de que se va a matar a un inocente). Estos espléndidos juegos de miradas se repiten constantemente a lo largo del filme, ya sea en judíos o romanos que muestran su desacuerdo con lo que está sucediendo o, por contra, manifiestan su júbilo por el escarmiento que se le está dando al reo. Es una nítida demostración de la importancia que tiene para el director el apartado visual de su obra.

Es pues imposible resistirse a la humanidad que desprende la película, en especial esa resignada melancolía que desfigura el abatido rostro de una madre, María, que observa con dolor y a la vez entereza la agonía de su hijo, ese martirio al que éste se entrega para así hacer comprender a los hombres su propia decadencia. Particularmente dramática resulta la escena en la que la esposa de José contempla el castigo corporal de los romanos hacia Jesús, abrazándose entonces a ella María Magdalena, que comparte con sinceridad su aflicción ante semejante injusticia. Como se ha dicho, la estética elegida por Gibson busca mostrarlo todo y no prescindir de nada, por duro que sea. Sólo en los flashbacks apunta recuerdos presentados de manera sugerente, para retomar enseguida la senda de lo explícito. Es la dirección que ha estimado idónea para su pretensión de despertar sentimientos. Un mayor talento artístico o un espíritu innovador en el lenguaje podrían haber conducido al director por otros derroteros no tan efectistas y trillados, pero no hay que negarle que consigue golpear al espectador, y que su cine se halla perfectamente engranado en la modernidad cinematográfica. En definitiva, una gran película religiosa y humana, bien construida y que llega al espectador, con mucho fondo y buena ambientación artística, que parte del maltrato físico para llegar al amor espiritual. Cine de miradas y de silencios elocuentes que hablan de otra vida y de otras realidades distintas a la del odio y el poder. Gustará a todos, no sólo a creyentes, aunque a algunos pueda molestarles tanta crudeza en algunas imágenes como las de la flagelación.

"Un serio, logrado y terrible filme que irradia un compromiso total"

4 comentarios:

  1. Artísticamente, es una película perfecta, con una fotografía magistral y unas interpretaciones sobrerbias, especialmente la de Jim Caviezel. "La Pasión de Cristo" es una película dura y maravillosa, rodada con mucha valentía y conmovedora de principio a fin.

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  2. Es curioso que algunos que critican a "La Pasión de Cristo" su violencia, luego sean seguidores de los “Kill Bill” de Tarantino entre otras. Creo que lo que existe es un sentimiento ciertamente antirreligioso que hace que toda película sobre el tema se juzgue con prejuicios.
    Llamar ultracatólico a Mel Gibson es una memez, como otras muchas, sobre todo por parte de los que no son ni católicos. Para ellos la fe es algo privado y carente de importancia, por lo que aquellos que la vivan de verdad son extremistas. Se trata de una cinta que la lleva a buen puerto Mel Gibson que es un muy buen director, sin ser un genio. Consigue muchos momentos notabilísimos que demuestran que el subgénero de cine religioso debería de producir muchas más películas porque no solamente son necesarias e interesantes sino porque hay un público amplio ávido de este cine.

    Andrés Estalvi

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  3. Sí Andrés estoy de acuerdo con tu posición, creo que el filme fue muy incomprendido, para mi esta llena de realismo, un realismo crudo pero cierta.

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  4. Adrian Fernandez dijo:
    "un realismo crudo pero cierto".
    Toma ya!! El comentario realista del dia!!

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